Relatos lésbicos

Relatos ero lésbicos: Sumisión – Relatos eróticos cortos

Adéntrate en el BDSM más sensual de la mano de Thais Duthie, con estos dos relatos cortos cuyo tema es la sumisión.

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Relatos lésbicos

Relatos ero lésbicos: Sumisión

No – Relato corto lésbico (1)

―No.

Me estremezco porque jamás lo ha dicho así, con tanta firmeza y convicción. Hay algo que me mantiene enganchada a ella y a la forma en la que me mira desde la puerta de la habitación. Cojo el tanga, pero antes de ponérmelo sus manos sostienen mis muñecas con fuerza tras mi espalda. Siento su aliento en mi cuello.

Entonces llega el castigo que había estado esperando desde que he cogido la prenda, desafiante. Y lo quiero, me muero por que lo haga. Gimo al recibir el azote, que hace eco en la habitación. Mi corazón se desboca y dejo caer mi cabeza hacia atrás, apoyándola en su hombro. Arrastra los dedos por uno de mis costados, en sentido ascendente, hasta posarse en mi pecho.

Cierro los ojos, sé perfectamente lo que va a ocurrir y permito que la excitación recorra mi cuerpo al completo. Como si se tratara de una coreografía ensayada mil veces, me adelanto a los acontecimientos y arqueo la espalda, ofreciéndome a ella. La oigo suspirar, consciente de que también le gusta que conozca sus movimientos. Pero justo por eso se detiene y alarga la espera. El tiempo se dilata, hace que lo sienta en cada poro de mi piel.

Por fin.

Arrastra las uñas por mi pecho y toma con fuerza mi pezón. Juguetea con él, presionándolo entre sus dedos y luego lo araña. Aprovecha la posición para empujarme hacia la pared. Ahogo un quejido cuando la parte delantera de mi cuerpo toca esa superficie helada. Ella sigue ahí y disfruta al notar cómo mi piel se eriza. Me toma de los hombros, obligándome a darme la vuelta y siento el frío otra vez. Ahora conecta sus ojos con los míos y me cuenta en su mirada qué viene ahora.

―Te he dicho que no te vistas ―me susurra al oído―. No hemos terminado.

Mía – Relato corto lésbico (2)

Todavía recuerdo la forma en que, incluso sin estar aquí, te colabas en mi mente. En la oscuridad de la noche quise ocuparme de la excitación que recorría mi cuerpo, pero en cuanto mis manos se perdieron en dirección sur me detuve. Me habías ordenado que no lo hiciera y, pese a que no te tenía delante para que supieras qué estaba haciendo, no podría mentirte. Me regalaste lo más valioso: tu confianza. Y lo último que podía hacer era traicionarla, desobedeciéndote, ocultándote la verdad.

Así que un día más me rendí a tus deseos y me olvidé de los míos: me metí bajo las sábanas y me dejé llevar por las imágenes del día anterior. Solo eso. Evoqué tus manos expertas y el modo en que conocían cada rincón de mi anatomía. Reproduje la sensación que me provocaban las cuerdas con las que me atabas a veces, con la tensión suficiente para que no me revolviera siquiera.

Entonces, forcejeaba con la soga solo para conocer los límites, sentir cómo me habías privado de mis movimientos y allí noté tu poder una vez más. Me tenías a tu disposición, por completo, solo para ti. Aunque estaba atada, inmovilizada, me sentí libre. Mientras mis músculos permanecían quietos, mi mente vagaba, viajaba allá donde quería, exploraba las sensaciones y magnificaba cada una de tus caricias.

Juguetes eróticos

En el presente, sumida en la soledad de la habitación, Morfeo iba arrastrándome con sus garras. En medio de una neblina de recuerdos, te regalé el último pensamiento de agradecimiento. Cuando fui más tuya, no me había sentido nunca tan mía.

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