«Yo iba de peregrina y me cogiste de la mano…». A los que ya tengan cierta edad o vamos a decir simplemente, peinen canas, les sonará esta estrofa de una canción de María del Monte. Que no es que a mí me guste ni María ni la copla, pero ayer me acordaba de esta canción cuando entré en el chino a comprar pilas. Yo iba a coger pilas, pero allí la gente estaba cogiendo de todo un poco… Y este verbo, «coger», me parece inquietante porque, claro, en muchos países latinoamericanos, «coger» quiere decir lo que quiere decir, y si yo les digo a mis amigos argentinos que, «en el chino, la gente estaba cogiendo»… Vds ya saben lo que imaginarán.
Sobra decir por qué al chino a comprar pilas, ¿verdad? Los medios, a los que les encanta un evento inesperado como el de ayer, ya lo han llamado el «Gran Apagón». Yo les noto optimistas: porque, total, en algunos sitios fueron casi 24 horas, pero, oye, esto no quiere decir que no ocurra otro en otro momento y de mayor duración, con lo cual ya se te cae el adjetivo Gran… Sinceramente, lo hubiese dejado en «Apagón». Pero, bueno, matices lingüísticos aparte, yo venía a contar aquí mi día de ayer, distópico como el del resto de españoles y portugueses. Que haya otro país implicado, la verdad, es que consuela: mal de muchos…
Soy de las que caería pronto en una guerra. Lo digo así, sin ornamentos… Porque cuando pensé en ir a comprar pilas (que yo tenía en casa, ¡eh! pero pensé, a ver si te va a pasar como con la levadura en pandemia y esto va a durar y tú sin pilas para la radio) ya lo había pensado antes medio Madrid. Me dirigí al Día, el que está al lado del Carrefour que tengo cerca de casa. ¿Por qué el Día y no el Carrefour? Pues por economía de tiempo: apúrate, en un super más pequeño las vas a encontrar antes.
Esto no es Japón: Aquí de civismo vamos reguleros
Mi gozo en un pozo. El Dia, cerrado. Venga, tengo que entrar en el megacentro comercial a perder más tiempo esencial para mi supervivencia en este escenario distópico. Y lo de distópico no lo digo por mí, que yo estoy muy tranquila desde que tomo Aswagandha. No, no, lo digo por las riadas de personas que salían del centro comercial cargadas con papel higiénico y con botellas de agua. Carros llenos de papel y agua. No, esto no es Japón, indudablemente, donde cuando ocurrió el tsunami, el periodista David Jiménez, por aquel entonces corresponsal de El Mundo en Asia, contaba en una crónica que en los supermercados limitaron a dos litros de agua lo que cada uno podía llevarse. Y a él le sorprendió que mucha gente solo se llevaba un litro porque no necesitaba más… Japón, dice… aquí la gente cargada hasta las trancas de todo lo que pillaba, pero de civismo vamos reguleros.
En fin, que en esos pensamientos andaba buscando pilas por Carrefour (pronúnciese bien, en francés, no como lo dicen los españoles), cuando me encontré con mi amiga y vecina, Marbe. Ella no llevaba ni pilas, ni papel higiénico, ni agua ni velas. Ella es una persona súper práctica e iba cargada de Coca Cola y de patatas fritas. Os diré que Marbe es venezolana y viene del futuro, con lo cual ya sabe de qué va la vaina y ella se lleva lo importante. Tonterías las justas.
Así que me fui a la calle, a las bravas. Hacía un día soleado en Madrid. El tráfico, habitualmente insoportable e incívico cuando los semáforos funcionan, ayer iba de perlas: una balsa de aceite. La gente respetaba, dejaba pasar… Un vecino había abierto de par en par las puertas de su coche en el bajo del edificio y, desde allí, compartía la radio, para que todo el mundo estuviese al tanto de lo que se iba contando. Bonita estampa: los caos sacan lo mejor y lo peor del ser humano y este señor estaba en el primer grupo, no en el de que los que se llevaban los carritos llenos de agua y papel de culo o de esos otros que te decían que estaba afectado también Francia, Alemania, Italia… Mira que compartes que en la radio solo has oído España y Portugal, que ya es bastante, pero da igual: el bulo va mejor… Las terrazas estaban atiborradas de gente que disfrutaba del sol primaveral y de una cerveza: da tiempo a comer, que dijo aquel buenhombre cuando el volcán de La Palma. Pues eso: si se acaba el mundo que nos pille tomándonos una caña…
Entré en un chino, que bien que nos salvan la vida, y allí la escena era dantesca. Lo de menos era la cola para pagar con cash (hemos aprendido que tenemos que tener una radio a pilas en casa y también, dinero líquido), sino lo que la gente se llevaba: mucha caja de cerillas, mecheros, y todo tipo de velas… Me fascinó esa mujer que se llevaba como 8 cirios de estos de cementerio, rojos y blancos, con estampita. Me imaginé su casa esa noche más que íntima algo tétrica, la verdad: lo bueno es que si se le muere algún familiar, los dioses no lo quieran, siempre puede aprovechar esos cirios para el entierro, economía circular dicen. ¿Tiene radio a pilas? le preguntaban al chino. «No tenel ladio», se le oía repetir.
Yo cogí dos paquetes de pilas AA y uno de las más gordas. Y, chimpún, porque como os he dicho, moriría en la primera semana de un ataque del tipo que fuera. Un señor en la caja también pagaba su mechero y su par de velas, las suyas eran de olor. Nos miramos y le dije que su casa esta noche tendría un ambiente más amigable que el de la señora de los cirios de velatorio, que justo en ese momento vociferaba que esto había sido un ataque de los americanos y que ella los odiaba a todos. El señor y yo nos miramos con ese tipo de conexión que tienes a veces con los perros que te miran muy directos a los ojos. Sobraron las palabras: los dos pensamos que esa señora estaba un poco cucú y que ese tipo de personaje es tóxico en un escenario en el que no se sabe que ha pasado. Nos cambiamos los teléfonos y quedamos en llamarnos en cuanto las redes de telefonía lo permitieran: además dijimos «llamarnos», no enviarnos wásaps. Eso ya me gustó, quién sabe si de esta situación no puede salir un polvo.
Ya me lo imagino: una cena fría (que no habrá luz y yo tengo vitro en casa) a la luz de las velas (mejor sin olor, que si no enmascara el sabor de los platos). Cero interrupciones porque no va el Whatsapp ni X ni funciona la tele. De fondo, la radio, que para eso hemos comprado pilas. Y por supuesto condones en la mesilla de noche, que de eso siempre hay que tener en casa. ¿No os parece un bonito escenario para el fin del mundo?
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