Frases de amor

«Recuerdo aquella noche con más claridad que algunos años de mi vida»

El tiempo es un valor relativo. Sí, es cierto que objetivamente existe una medida estándar para contar los segundos, los minutos, las horas, los meses, los años…  Pero cuando se echa la vista atrás, parece que no siempre duran lo mismo. Depende de con qué se comparen o de cómo se hayan disfrutado, no todas las horas pueden valorarse de la misma forma.

Algo así pasa con las relaciones. Hay relaciones largas, que pueden acabar difuminándose en el recuerdo, y otras que, aunque cortas, serán las que nos marquen para toda la vida.

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Frases de amor

A casi todo el mundo le ha pasado: quedarse enganchado a esa noche especial, precisamente porque después no hubo nada más. Un recuerdo idealizado que metemos en una bolita de cristal, como esas que tienen nieve de Navidad, para agitarla de vez en cuando.

Decía Jesse Wallace, el personaje que Ethan Hawke interpretaba en la película Antes del atardecer: «Recuerdo aquella noche mejor que algunos años de mi vida». Lo decía con referencia a la primera parte de la saga, cuando su personaje pasaba una única noche en Viena junto a Celine y, nueve años después, se reencuentran para confirmar que esa única noche juntos les ha marcado más que los últimos años de sus vidas.

El sexo que marca

De hecho, si preguntásemos  a cualquier persona por la calle, seguro que prácticamente todo el mundo nos hablaría de «esa noche». Esa noche en la que, por algún motivo, tuvieron una sesión de sexo diferente, que idealizan y recuerdan de vez en cuando. A veces, de forma triste o melancólica si fue un amor perdido; otras, de forma entrañable si es un amor que nos acompaña; u otras veces incluso, como una herramienta para los momentos a solas si fue especialmente seductora (probablemente, una imagen o secuencia de imágenes mucho más potentes que cualquier película porno).

Hay experiencias vitales que nos marcan más que otras. Por eso, recordamos más una semana de vacaciones que los tres meses que tardamos en planificarlas, sentados en la oficina cada día. Recordamos más un cumpleaños que una noche viendo la televisión. Y, en definitiva, recordamos más todo aquello que ha sido diferente a nuestra rutina por algún motivo. También en el sexo.

Si tuviéramos relaciones un par de veces por semana, teniendo en cuenta que de media un año tiene 52 semanas, tendríamos casi 104 relaciones sexuales en un año. Pero si en Nochevieja quisiéramos pensar en ellas, seguramente solo recordaríamos un par. Porque fueron con alguien especial, porque fueron pasionales o porque nos hizo sentirnos diferentes.

Los sentimientos y el sexo

Igualmente, es curioso que, cuando se dan consejos sobre sexo, todo queda reducido a algo técnico. Casi mecánico. Como mover la boca durante el sexo oral, como moverse para innovar en esa postura sexual, qué juguete o lubricante usar… Y aunque es obvio que todos esos son ingredientes para disfrutar más de la experiencia, a veces olvidamos que el empaste para que una noche de sexo se quede en nuestra memoria son los sentimientos.

No siempre el amor, aunque sí habitualmente. A lo mejor esa noche fue especial porque te sentiste más deseada que nunca. Fue diferente porque fue especialmente animal o por todo lo contrario, porque te corriste de pura ternura. Los recuerdos nos marcan precisamente porque nos hicieron sentir algo atípico. Lo que sea. Al final todo se reduce a eso.

De hecho, parece que se recuerda más una noche que toda una larga relación. Y ese es el quid de la cuestión. Cómo nos sentimos esa noche y cómo nos sentimos esos años es comparar los meses de oficina con la semana de vacaciones. Aunque siempre queda por preguntarse qué pasaría si estuviéramos meses en ese lugar de vacaciones. Si dejara de ser algo puntual y acabara por ser rutina, ¿sería el mismo recuerdo?

La imagen del recuerdo

Otra de las ideas que sale a relucir en Antes del atardecer es cómo visualizamos a la otra persona en nuestro recuerdo. En la película, los protagonistas se reencuentran porque Jesse ha escrito un libro recordando aquella noche con Celine, pero ¿realmente describe a la verdadera Celine o el recuerdo que tiene de ella? Incluso, ¿recuerda aquella noche por el recuerdo que tiene de sí mismo (joven y despreocupado, pasional y soñador, con nueve años menos) o por el recuerdo de la chica francesa?

La mente es hábil e intenta hacernos felices. Por eso bloquea los recuerdos tristes y enfatiza los alegres. Y por eso, en nuestra mente, esa noche es especial por cómo creíamos que era la otra persona y por cómo nos visualizamos a nosotros mismos. En este sentido, es especialmente interesante el planteamiento de la película; poner a esas mismas dos personas frente a frente años después. ¿Sería igual? ¿Han cambiado o siguen siendo los mismos? ¿Fue real lo que sintieron o solo un recuerdo?

Esa es la pregunta que preferimos no hacernos. Por eso, Jesse no escribe en el final de su libro si acabó con Celine. Porque todos necesitamos creer en algo. En un tiempo en que no creemos en casi nada, ni en política ni en religión, necesitamos seguir creyendo en el valor de nuestros sueños y deseos. En la magia de aquella noche, que nos marcará toda la vida, siempre que no sea más que un recuerdo.

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