Películas eróticas

Tasso (des)monta la película: «Passages» o la anatomía del límite

En la primera escena, Tomas parece simplemente un gilipollas. En el abanico de subjetividades con el que uno puede encontrarse en nuestro tiempo, eso es, poco más o menos, estar en la normalidad. No inquieta en exceso. Pero Tomas, detrás de su tiránica meticulosidad dirigiendo un rodaje, va a mostrarnos pronto que es algo que está más allá que un vulgar gilipollas. Es el histérico perfecto, el destructor de mundos, aquel paciente de una estructura psíquica fronteriza, limítrofe, que lo ha mantenido como perpetuo adolescente que quiere y no quiere, al que le aterra el abandono y hace todo lo posible por ser abandonado, que anhela amar y logra con extraordinaria eficacia pulverizar cualquier cosa que pueda amarle, el que antepone siempre, hasta la ridiculez, su indefinida apetencia.

El perpetuo insatisfecho que solo es capaz de engendrar en todos insatisfacción, el abonado al exceso (melodramático, disruptivo, pirotécnico) y a la escenita apoteósica, el que es igual lo que hagas por él, lo que te entregues, lo que te sacrifiques, porque siempre le resultará insuficiente, el que no soporta que el deseo de los demás (cualquier deseo) se pueda dirigir a algo que no sea él mismo. Cueste lo que cueste. El filósofo Gilles Deleuze decía que cuando estás atrapado en el deseo de otro, ya puedes darte por jodido. Si ese deseo hacia una proviene de un tipo como Tomas, ya puedes darte no por jodido sino por descuartizado. Porque tu vida será indefectiblemente un infierno con la puerta de salida infinitamente más pequeña que la de entrada.

Passages

Sinopsis

La película francesa, Passages, se estrenó en 2023 bajo la dirección del realizador estadounidense Ira Sachs. Su sinopsis, como toda historia que se precie, es en apariencia sencilla.

París es el escenario de fondo. El mencionado Tomas es director de cine. Su pareja es Martin, un tipo sensato, maduro y enamorado que se debate entre lo que ve y sabe de Tomas y lo que no quiere saber ni ver de él. El espectro erótico de Tomas se amplía cuando conoce a Agathe y entabla con ella una, un tanto sorprendente, relación sexual.

Agathe es una chica sencilla, en el más amplio sentido, profesora de infantil, que acaba de romper una relación y que conoce la situación sentimental de Tomas.

El primer polvo da lugar a un segundo y, pronto, lo que podía haber sido un simple flirt se convierte en una aparente relación estable (hablar de estabilidad con un tipo del perfil de Tomas es como hablar de paz en Oriente Medio) que sirve para desplegar la narrativa en la que verdaderamente profundiza Sachs: la tortuosa y torturadora psicología de Tomas.

Una vez este ha puesto sus zarpas sobre dos presas, no está dispuesto a soltar a ninguna, una vez la tela de araña ha pillado a dos infelices, no se puede renunciar a que seamos todos infelices. Agathe, que, como hemos enunciado, no es que tenga muchas luces largas, se queda embarazada y, Martin, que ha conocido a otro chico que, este sí, se viste por los pies, renuncia a él para volver a participar del narcicista juego del nadar y guardar la ropa de Tomas. Así, la narración se centra en enlazar las distintas estrategias de un perfil, como el de Tomas; el meticuloso y efectivo ejercicio de dinamitar un edificio con la gente dentro, la estúpida y calculada demolición de los afectos con los afectados en el lote. Al final (esto puede considerarse ya un spoiler), Agathe debe abortar, Martin se entera y ambos abandonan a Tomas, no sin antes que el artillero muestre los mismos síntomas y ridículas manifestaciones que realizaría un Golden Retriever cuando padece síndrome por abandono y sus dueños se van de casa. Llora, suplica, patalea, saca los dientes y se sumerge en lo que de verdad le gusta: la más absoluta desolación. Pero que nadie padezca, pues si bien la película se acaba ahí, a buen seguro que Tomas no tardará demasiado en encontrar a otro u otros bienintencionados viandantes. La eficacia en el manejo de la seducción es otra característica consecuente de la histeria de estos perfiles en el límite.

Tráiler

Sobre los actores

Passages, para el espectador, es una película francesa. Muy francesa. Eso significa que, anclada en la tradición de, por ejemplo, la Nouvelle vague, todo se presenta crudo, sin aditivos algunos o musiquillas que realcen las emociones. Y significa también que los críticos cinematográficos se lo suelen pasar mejor en la proyección que los espectadores y sus palomitas. Las escenas sexuales son rotundas, explícitas en la coreografía y sentidas, especialmente las que se dan entre Tomas y Martin. Desconozco si Franz Rogowski, el actor alemán que da cuerpo a Tomas y el británico Ben Whishaw (Martin) tienen en sus personales preferencias eróticas la homosexualidad, pero ni lo sé ni me importa, porque lo cierto es que no se puede interpretar mejor. Franz Rogowski, en esta filmación, es un descubrimiento (aunque yo personalmente lo había visto en la película de Haneke, Happy End) a la altura de lo que sucede cuando uno ve por primera vez una actuación de Joaquin Phoenix. Todo en él, cada gesto, cada apreciación, cada movimiento, rezuma, como el papel exige, un narcicismo insoportable, un mostrar y un decir que aquí estoy yo y me han puesto el mundo alrededor para que me sirva de escenario y al resto de seres humanos para que sean mis figurantes.

En cuanto a Adèle Exarchopoulos, que interpreta a Agathe y a quien ya pudimos ver en la exitosa La vida de Adèle, no parece que el papel le permita mucho lucimiento, porque la verdad es que resulta poco expresiva, poco afectada por lo que afecta, parca en eso del transmitir. Pero el conjunto de la narración cinematográfica es gratificante y, a buen seguro, más de un espectador encontrará un sentido a alguno de sus males de amores cuando penetre en la descripción del protagonista.

Conclusión

No es mala herramienta terapéutica esa de ver la película para alguien que padece el estar con un sujeto de estas estructuras psicológicas. Aunque a alguien como Tomas, de poca cosa le iba a servir porque no se reconocería en ella: la imposibilidad de cambiar y de someterse a crítica, de oír una valoración amistosa, terapéutica o sentimental que no le guste se le hace insoportable y, por lo tanto, suele ser más impermeable que un condón a variar un ápice su forma de darse sentido a ellos mismos. Esa sería una última característica del malestar y de esta anatomía del límite que es Passages, un mostrar los pasajes del que hace del doloroso pasaje, del escabroso tránsito, su forma de afectar y afectarse, o invirtiendo a Machado, de aquel en lo que «Todo pasa y nada queda».

Recibe más artículos como este en tu email (es GRATIS)

* Lo que necesitamos para enviarte nuestra Newsletter.