Relatos eróticos

Relatos ero: Con los muslos empapados – Relatos eróticos cortos

¿Te gustan las historias húmedas? Deléitate con estos dos relatos cortos de Brenda B. Lennox.

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Relatos eróticos

Relatos ero: Con los muslos empapados

Nieve – Relato erótico corto (1)

«La valentía no es el roble majestuoso que ve ir y venir las tormentas,
es el frágil botón de la flor que se abre en la nieve».
Alice MacKenzie Swain

Echa el pestillo de un modo mecánico, compulsivo, aunque desde hace 37 años, tres meses y catorce días ya no haga falta, porque nadie la espía, ni abre la puerta sin llamar ni la señala con el dedo acusador del  que se erige en juez y verdugo, sin posible defensa, condenando por el noveno mandamiento que ha enraizado en su cerebro adolescente y se extiende por sus venas invadiéndolo todo, ni la asusta con la amenaza de las llamas eternas ni con el estigma de Eva que condenó a todas las mujeres a ser un recipiente cuya única función es albergar una semilla y luego parir su fruto con dolor.

Apaga la luz, se mete en la cama con el camisón (desnuda no, el pudor, el pudor…) y se arropa bajo las mantas. Respira hondo, cierra los ojos y la fantasía del cuerpo que se desliza sobre ella, de la boca que la besa, de los dientes que muerden, de las manos que la acarician guía las suyas por encima de la piel; y una aprieta los senos maduros, y la otra bucea por debajo de las bragas que se humedecen, y se abre, y sus dedos juegan con el vello ensortijado, separan los labios, pulsan el botón de la flor que se inflama carmesí, penetran en el interior cálido que palpita, que los acoge, mientras se mueven despacio, demorándose en cada poro, en cada pliegue y luego se aceleran, deprisa, deprisa, deprisa, hasta que el placer la invade, y el cuerpo se convulsiona, y los dientes muerden su labio inferior ahogando un gemido, y el fruto de su pecado se convierte en pulpa y jugo cálido que brota de su sexo humedeciendo sus dedos, su vello, sus muslos, imparable.

Ruleta – Relato erótico corto (2)

«Left a message but it ain’t a bit of use»
System of a Down

¿Recuerdas, Lobezno? Yo sí, como si fuera ayer. Salimos del trabajo por separado, como siempre, disimulando, porque no queríamos que nadie supiera, aunque todos sabían. Qué ingenuos, como si escondernos en los recovecos del restaurante para darnos un beso fugaz o  pasarnos notitas con disimulo en medio del servicio evitara lo inevitable. Nos encontramos en el bar de siempre y pedimos algo, reglas del juego, para poder besarnos en el rincón más oscuro mientras rozábamos nuestros  cuerpos por encima de la ropa como si nos folláramos. Teníamos tanta hambre, tanta hambre, y ningún sitio donde saciarla.

Cerraron. Hacía frío y nos refugiamos en un soportal. Te  acaricié por encima de los pantalones y tú metiste la mano por dentro de los míos, separando las braguitas que me puse para ti aunque no pudieras verlas, hundiendo los dedos en mi interior. Tu boca, mi boca, las lenguas que jugaban, los dientes, el placer, el orgasmo, distinto a los anteriores, empapando tu mano y mis pantalones hasta las rodillas. No dijiste nada, yo tampoco, pero sé lo que los dos lo pensábamos: no es un orgasmo. Qué vergüenza sentí mientras me llevabas a casa en tu moto, con los muslos mojados apoyados en los tuyos, sintiendo el viento gélido que me recordaba lo torpe e inexperta que era.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde entonces? Ahora sé que tus dedos consiguieron lo que otros dedos no han conseguido y que no tengo nada de lo que avergonzarme;  por eso, a veces me puede la nostalgia escuchando a Metallica o a System of a Down y me tumbo sobre la cama y me acaricio, intentando emular tus dedos mientras imagino que nos besamos, que nos olemos, que nos mordemos, como Drácula y Mina, luz de toda luz… y ahondo en mi interior hasta que no quedan rincones y siento cerca el orgasmo, y me dejo llevar, hasta que los músculos de las piernas se convulsionan y mi garganta exhala un gemido y mi cerebro y mi sexo se funden en un relámpago, pero no consigo que mi deseo empape la cama como el tuyo empapó mis vaqueros, por mucho que lo intente una y otra y otra vez. No, no lo consigo, no lo consigo. Puede que, a pesar de todo, aún no se haya cerrado el círculo y la ruleta siga girando, ¿no crees, Alberto?

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