Frases de amor

«El amor sin admiración solo es amistad»

El amor sin admiración solo es amistad.
George Sand, escritora francesa

Todos tenemos vicios inconfesables. Algunos son ciertos fetiches, como que nos vuelvan locos los pies de la otra persona, y otros que se exciten incluso comiendo chocolate. También hay otros vicios más feos, como estar enganchado, aunque no se admita, a todos los programas de cotilleos.  Incluso acabar enganchada no a la última serie de moda, sino a los programas en los que las mujeres van a comprarse su vestido de novia. Sí, lo reconozco, es mi caso. Pero todos los vicios tienen algo bueno. En este caso, ver este tipo de «reality» ayuda a aprender también sobre de las relaciones de pareja.

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Una de las cosas que llaman la atención es cómo hablan las novias de la persona con la van a casarse: «Es la mejor persona del mundo», «Somos muy diferentes, pero eso me anima a hacer cosas nuevas», «Es una persona valiente que siempre está ahí para todo el mundo»… Son las novias que dicen esas cosas las que tienen más probabilidades de tener un final feliz después del día de la boda. Y es que parecen tener claro una cosa: que el amor, no solo es un vestido blanco, también es admiración.

De hecho, así lo definía la escritora francesa  del s. XIX, Amantine-Aurore-Lucille Dupin, tristemente más conocida por su pseudónimo masculino, George Sand: «El amor sin admiración solo es amistad». Y a veces ni si quiera eso.

Idealismo vs Realidad

La cuestión de fondo es saber si todas esas novias realmente piensan aquello de sus futuros maridos o esposas. Es decir, si realmente tras años de conocer a esa persona sienten que, a ciencia cierta, esa es su mejor característica o si simplemente dicen frases bonitas y manidas sobre el otro, sabiendo que van a salir por la tele y todo el mundo va a juzgarlas a ellas y a su relación de pareja.

Quizá haya un poco de las dos cosas… Durante el enamoramiento es fácil poder decir todo lo que admiramos del otro o creernos de verdad que es la mejor persona que hemos conocido jamás. Pero con el tiempo, cuando el amor llega de verdad, lo difícil es seguir admirando a la persona que más conoces, sobre todo sus defectos. Ser capaces de decir que esa persona a veces es algo egoísta, pero que luego siempre está en los momentos importantes… O que chocáis en muchas ocasiones y no estás nada de acuerdo en algunos de sus valores, pero que, en cambio, luego siempre tiene claro qué es lo verdaderamente importante.

Eso sí, a veces se confunde la admiración con el idealismo. Con la necesidad de que todo el mundo vea lo buena que es la elección que has hecho de la otra persona (más en el momento en el que estás a punto de casarte). Así, hacemos lo posible porque esa persona, se parezca o no al ideal que teníamos en mente, encaje en el modelo perfecto.  E incluso hay quien realmente se convence de que esa realidad, la perfecta, la aparente, la que mostramos en Instagram, es la del amor verdadero.

El amor no es ciego

Los amores que son ficticios y en los que no se acepta a la otra persona como es (con matices en los que ambos pueden mejorar), sino como nos gustaría que fuera, tienden a caer por su propio peso. Porque el amor no es ciego y al final, la verdad, por mucho que apartemos la vista, tiende a mostrarse ante nuestros ojos.

Sin embargo, las personas que solo se quedan con los defectos, también están abocadas el desastre. El tiempo, la rutina y sobre todo la convivencia hacen que tengamos cierta tendencia a quedarnos más con lo malo que con lo bueno, y que olvidemos todo eso que nos enamoró del otro. Algo así como celebrar tu cumpleaños y estar solo pendiente de las personas que faltan, y no de las que han hecho el esfuerzo en acompañarte.

La admiración, como el deseo, es algo que se esconde con el tiempo. Es fácil dejarse llevar por lo malo, por lo negativo y por todas esas cosas que no nos gustan y olvidar que es normal que una relación no sea totalmente perfecta. Por eso es importante no olvidarse de ser justos. De no estar ciegos con las cosas buenas, que generalmente no son grandes gestos, sino pequeños detalles que pueden hacer que veamos a una persona mucho más grande ante nuestros ojos. Si sabemos verlo.

La admiración como sex-appeal

De hecho, la admiración tiene mucho que ver con el deseo. Muchas veces pensamos que lo que hace que ya no tengamos ganas de estar con la otra persona tiene que ver con lo físico. Que los cuerpos cambian y que si no han cambiado casi peor, porque es el mismo de siempre. La realidad es que, aunque en la atracción hay un mecanismo físico claro en el que incluso las feromonas juegan un papel de excitación inicial, el deseo es algo más complejo. No es lo mismo que alguien te atraiga a que sea tu objeto de deseo, porque en el segundo caso implica que admiramos a esa persona de tal forma que se nos hace irresistible.

De hecho, el ejemplo claro es que dos personas sapiosexuales conectan por esa admiración mutua en un nivel intelectual. Si bien la chispa puede saltar por otros y múltiples motivos… Generalmente, por algo que vemos en esa persona, sea lo que sea, que no vemos en nadie más.

Por eso, cuando el deseo se apaga, no solo consiste en recuperarlo comprando lencería nueva o aprendiendo nuevas posturas sexuales. Consiste en volver a vernos como nos veíamos, en hacer el esfuerzo también porque el otro pueda volver a ver esa chispa en nosotros y no esperar a que la encuentre solo. En definitiva, trabajar la persona que somos, sin dejarnos llevar por la corriente, para llegar a buen puerto.

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