Sexo

La importancia de un dedo para la fidelidad

Un estudio realizado conjuntamente por los investigadores Rafael Wlodarski, John Manning y R. I. M. Dunbar aventura que un dedo anular más largo que el índice puede indicar una propensión genética a ser promiscuo y uno corto, lo contrario.

Veo que alguien levanta el suyo. ¿Sí? ¿Qué creías que en este artículo explicaría la importancia de saber masturbar como conducta de retención de pareja? Creo que ha habido un malentendido. El título no dice «la importancia de hacer un buen dedo», un poquito de comprensión lectora, por favor. Aunque, la verdad, tienes razón: yo también creo que un buen dedo quita las ganas de poner los cuernos.

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Promiscuidad, monogamia y dedos

Como iba diciendo, los investigadores utilizaron índices de comportamiento e índices anatómicos de tres poblaciones humanas para probar que la mayor propensión de los hombres a la poligamia y de las mujeres a la monogamia podría deberse a que hay dos fenotipos (expresión del genotipo en función de un determinado ambiente) distintos en ambos sexos.

Para averiguarlo, contaron con la participación de voluntarios caucásicos británicos y norteamericanos a los que, por un lado, realizaron un cuestionario sobre sus pensamientos y sentimientos hacia el sexo no comprometido (índices de comportamiento o sociosexualidad) y por otro, midieron la longitud de sus dedos (índices anatómicos).

En este punto del artículo, puede que te estés preguntando qué demonios tiene que ver la longitud de los dedos en todo este asunto. Pues bien, aunque parezca increíble, numerosas investigaciones científicas han vinculado la proporción de los dedos de las manos con aspectos como la agresividad, el éxito en los deportes, la habilidad musical, el número de espermatozoides y enfermedades como el cáncer de mama. A fin de cuentas, como probó un estudio realizado por biólogos de la Universidad de Florida y del Instituto Médico Howard Highes (EEUU), la proporción de los dedos de la mano del ser humano depende del balance de las hormonas sexuales (testosterona y estrógenos) durante el desarrollo embrionario; de ahí que, por lo general, el dedo anular sea más largo que el índice en el caso de los hombres y al contrario, en el de las mujeres.

Resultados del estudio

El análisis del cuestionario reveló que los hombres eran ligeramente más propensos a la promiscuidad que las mujeres (57% versus 47%). Curiosamente, el resultado del análisis de la longitud de los dedos también produjo resultados similares (62% de hombres frente a un 50% de mujeres con dedos anulares grandes).

A la vista de estos resultados, publicados bajo el título Stay or stray? Evidence for alternative mating strategy phenotypes in both men and women, los autores extrajeron las siguientes conclusiones:

  1. A pesar de que los hombres son más promiscuos que las mujeres, la diferencia es muy pequeña como para seguir afirmando que los hombres tienen una predisposición genética a la poligamia y las mujeres a la monogamia (a poner o no los cuernos, vaya).
  2. La longitud del dedo anular (en relación con la del dedo índice) puede ser un indicador de la promiscuidad sexual tanto en hombres como en mujeres. Si el dedo anular es más largo que el índice, la persona estuvo expuesta a altos niveles de testosterona en el útero, con independencia de que naciera con sexo masculino o femenino. Considerando que entre las funciones de la testosterona se encuentran sensibilizar los genitales a los estímulos y sensaciones sexuales, influir en la vasodilatación del pene y en la lubricación vaginal, y provocar pensamientos lujuriosos estimulando el deseo sexual, los resultados de este estudio no son tan descabellados.

No obstante, los investigadores recalcaron que, aunque parece que la genética predispone a la promiscuidad, no se deben olvidar los demás factores que influyen en la sexualidad de cada individuo, como el contexto sociocultural. Es decir: que un dedo anular más largo que el índice no es el signo de un destino que te empujará irremediablemente de una cama a otra.

Qué queréis que os diga… a mí no me convence lo de medir los dedos para detectar infieles potenciales; prefiero el método del cunnilingus para comprobar si ya lo han sido. ¡Dónde va a parar!

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