Relatos eróticos

La escena del crimen – Crónicas Moan (by Eme)

Disfruta de la narrativa erótica de Karen Moan.

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La escena del crimen

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Narración: Karen Moan

Te escribo 30 segundos mas tarde de que él haya cerrado la puerta del hotel. ¿De verdad soy tal bicho que no puedo esperar más? No sé, un minuto o dos… pues no, no puedo esperar más para contarte, lo estoy deseando.

–Hola, cariño, andas desaparecida –respondes somnoliento a las tantas de la mañana.

–Sí, amor, es que estaba de comida con un amante –Había desaparecido todo el día, sin más, sin responder a un montón de mensajes tuyos.

Se escuchan unos segundos sin contenido, que pueden ser de todo.

–Ah, qué bien, y ¿qué tal?

Lo jodidamente bonito del asunto es que realmente me lo estas preguntando desde un sitio curioso y morboso y que el ataquillo, lógico, de celos, ha durado eso, segundos.

–Pues muy muy bien, he empapado la cama como a ti te gusta, me lo he pasado de fábula… pero ahora te echo de menos.

Y si no fueras tú quien eres, me aborrecerías. Pero no, me crees porque sabes que es verdad. Que cuanto más follo con otros, más te deseo a ti. Supongo que porque aunque yo ponga la carne en el asador, tú pones las reglas (inexistentes), tú me miras desde una cámara oculta (también inexistente), tú y ahora yo, hemos decidido que cualquier juego que tenga por medio un hotel con sábanas empapadas forma parte de nuestro escenario, esté quien esté en él. Así que cierras los ojos mientras emites un gruñido, y en ese lapso entiendo un «Enséñame que ha pasado».

Así que enfoco la cámara a unas sabanas deshechas en las que mi cuerpo agotado se retuerce. Porque sí, he follado como una enana, he manchado la cama del hotel (siempre que lo hago me debato entre el «¿Me denunciaran?, ¿me pondrán en la lista del clientes no deseadas?» o «Idiota, todo el mundo lo hace, ¿para que te crees que se inventaron estos maravillosos dormitorios anónimos?». Y, sin embargo, ahora, toda blandita, solo quiero que vengas y me arrulles…

Y me pides que recorra la habitación para ser testigo de qué paredes o cuadros o espejos me vieron antes, y luego me pides que la cámara recorra la escena del crimen, de arriba abajo, y mientras das instrucciones como si nada fuera contigo, siento cómo me pongo muy muy cachonda.

«¿Estas decidiendo si mi polvo fue bueno o…? ¿Qué pasa? No te crees que me lo he pasado bien ¿Por qué no vienes y lo compruebas?». Y te ríes profundo, sabiendo que todo, todo lo que he hecho hoy, ha sido por y para ti.

–Dame la dirección de ese puto hotel.

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