Relatos eróticos

Tu zorrita – Crónicas Moan (by Eme)

Las Crónicas Moan continúan con este maravilloso relato con audio.

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Tu zorrita – Relato erótico

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Música: Eleven Miles del álbum Eleven Miles (Exxasens). Derecho de uso autorizado por Exxasens.

A veces me pregunto qué acciona el mecanismo de mi deseo, mientras presiono el número 4 del ascensor y siento el vértigo habitual.

Ha pasado mucho tiempo, y siempre ocurre. Siempre. Necesito respirar hondo, arreglar mi ya perfecto corte de pelo simétrico, comprobar mis manos, a veces algo temblorosas. Necesito recomponerme, porque cuando abra la puerta de su casa, me golpee su olor y escuche el vinilo elegido por él, sé que me sentiré pequeña.

Supongo que ahí radican esas eternas ganas, en un juego elegido por ambos, en el que nunca establecimos demasiadas reglas, solo dos. Una perfecta manicura y otra, aún más perfecta, mamada de bienvenida.

Los olores, el suyo, el del esmalte rojo, su favorito; el de su ropa interior al hundirme en ella, el de su sexo, recibiéndome erecto.

Los sonidos, su acento ronco al saludarme, la música de fondo, mis gemidos al darle placer. Mis casi gritos al recibir el suyo. Nunca me pide que me calle, aunque ambos sabemos que es excesivo.

Lo que veo, cuatro paredes, cuatro. En un minúsculo piso del centro de Madrid. ¿Cómo puedo perderme tanto allí?

No sé cómo se establecen las relaciones de dominación, hasta que ocurren. Conozco mucha teoría al respecto, sin embargo, no considero estar en una. Solo sé que con él me siento pequeña.

Una pequeña zorrita que aparece vestida con una malla de lencería rosa de cuerpo entero, coño al descubierto, eternos tacones y una sonrisa vergonzosa.

Él me pide que baile, lo hago, aunque dentro de mí arde la timidez. No soy tímida, no soy una niña, no soy una zorra.

¿Cómo funciona el deseo?

Se cuela en mis pensamientos y me moja. Él acciona ese mecanismo, sabe cómo hacerlo, porque conoce mi moral, esa que llevo adherida a fuego tras años de educación religiosa.

Aún reconozco la suciedad en mi mente, aún tengo miedo a ser descubierta, aún no puedo, no puedo hacer todo lo que mi imaginación recrea. Y él lo sabe.

Pacientemente estira mis límites. A veces recuerdo Las edades de Lulú y me asusto. Llegará tan lejos, ¿llegaré yo?

Ha pasado mucho tiempo y todo está en el mismo sitio. A veces siento la urgencia de huir, de él, o de mí misma. Pero ¿por qué?

Mientras, espero ese mensaje con una fecha, una hora. Nada cambia, mismo escenario, mismos olores, mismos sonidos, mismos nervios, mismas ganas.

Preparo mi próximo atuendo, una camisa blanca suya, desabrochada, nada debajo excepto un liguero azul claro, medias y botas altas. Repaso mis manos, mi perfecta melena. Estoy lista, siempre lo estoy.

La mirada del espejo se infantiliza y se vuelve sucia. Me toco delante del mismo, cojo la cámara y le mando una foto.

Tu zorrita

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