Relatos eróticos

Mi vecino y el ascensor – Crónicas Moan (by Eme)

Creo que el título es lo suficientemente descriptivo para saber por dónde va el relato con audio de Karen. Disfruta.

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Relatos eróticos

Mi vecino y el ascensor

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Narración: Karen Moan

Es un vecino mono, educado, me ayuda con la puerta cuando voy cargada, suelta un reiterativo «¿Qué tal?» sin esperar más que un «Bien, gracias, ¿y tú?». El camino en el ascensor hasta el sexto piso se alarga a veces un poco de más, las conversaciones sobre el tiempo no dan mucho más de sí.

Pero hoy no llego de la compra. Hoy no atino a abrir la puerta del portal. Hoy estoy borracha y espero no encontrarme a nadie o, en realidad, solo espero atinar.

–¿Me dejas? –su sonrisa cómplice me da un poco de vergüenza, pero… poco que añadir.

–Claro, claro… –Abre y me deja paso. Intento enderezarme, digna, pero evidentemente el esfuerzo provoca lo inevitable y tropiezo, aún sin haber empezado a andar, para encontrarme en los brazos de mi (¿incómodo?) vecino.

Fuerzo la risa para esconder un «Uy, perdón» pastoso al que él (¿sereno?, por un segundo pienso que a las 3 de la mañana podría no estarlo) responde «Tranquila», y tras una pausa que me parece algo larga, me empuja suavemente hacia el portal. Teniendo en cuenta mi nivel de borrachera, lo mismo ni ha sido larga (la pausa) ni suave (el empujón), pero oye…

Ahora ya no hay «tiempo» del que hablar ni pega un «¿Qué tal?», ahora molaría contarle que esta noche he salido de marcha con unas amigas y que me lo he pasado muy bien, pero que me jode volver sola a casa. Tampoco es que haya intentado ligar con nadie, pero ese fiero conjunto y determinación con los que salí de casa hace ya demasiadas horas podrían haber hecho la tarea por mí.

Como confío poco en mi capacidad de oratoria solamente sonrío (o eso creo, lo mismo es una mueca descompensada, a saber). Y entramos en el ascensor.

Según me coloco mirando hacia dentro nos veo a los dos, como tantos días, llenando el hueco de los seis pisos con nada. Pero hoy estoy borracha y todo me parece perfecto, me parece el perfecto escenario para una follada rápida, me parece el tío perfecto para follar, me parezco la tía perfecta para ser follada. Así que, sin más, sin hablar del tiempo, me levanto la minifalda enseñándole un guarrísimo tanga de los que solo sirven para ser apartados con un dedo.

Y ¡joder!, lo hace. Me mira a través del espejo, sonríe y con un dedo, juega con la tira del tanga.

Piso «Dos».

Con la misma urgencia se desabrocha el pantalón y una incipiente erección se coloca donde estaba esa tira. Pone sus brazos alrededor de mi cuerpo, me sujeto y se sujeta a la barandilla del bendito ascensor y empuja, no tan suavemente, mi culo hacia delante.

Piso «Tres».

Gimo borracha y feliz.

Gime (¿sereno?). Y… ni idea

Piso «Cuatro».

Su polla ya dura dura me busca. Mi coño esta empapado, loco, joder, cuatro pisos solo, y tantos.

La primera embestida llega en el quinto, mi rugido le asusta, lo veo en el espejo, claro, es nuestro portal. Pero…

Sexto piso.

El ascensor se para, él también. Nos miro en el espejo, colorada, atónito.

Me muevo hacia la puerta y su polla me abandona. La abre, como tantas veces.

–¿Qué tal?

–Bien –creo que digo. Salgo del ascensor y me coloco el tanga.

Esto no, esto no ha pasado. Estoy borracha, me digo mientras intento acertar en la cerradura de mi puerta.

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