Bienestar sexual

Hago chas y el deseo sexual no aparece a mi lado. ¿Qué puedo hacer?

Un buen número de consultas que nos llegan a los sexólogos y sexólogas tiene que ver con preocupaciones por un deseo sexual bajo o inexistente. Esto es algo que consultan tanto mujeres como hombres (no caigamos en el tópico de pensar que ellos están siempre a tope). Si bien hay muchos factores que pueden provocar esta situación, hay uno significativo: pensar que el deseo es como aquella canción de los 80 que hace chas y aparece a tu lado. No, el deseo sexual no es una cerilla que nada más rascarla prende.

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El deseo sexual

El imaginario popular sostiene esa fantasía, quizá influido por las muchas películas que muestran tensiones sexuales provocadas por una simple mirada, un gesto o unas palabras que, al instante, se resuelven con una pasión desmedida. Pero la realidad no funciona así, al menos no en la mayoría de los casos.

El deseo sexual es un impulso bastante complejo. Si fuera fácil, ya se habría sacado una pastilla que lo aumentara (las farmacéuticas lo han intentado, sin éxito, sobre todo para aumentar la libido femenina). Pero este remedio milagroso no existe porque el deseo no depende de un único factor.

Factores que provocan el deseo sexual

Para empezar, hay un factor biológico. La testosterona es la principal hormona que provoca que tengamos deseo. Un nivel adecuado de esta hormona, que tenemos tanto hombres como mujeres, aunque los primeros en mayor volumen, favorece las ganas de tener encuentros sexuales. Hay además otra serie de hormonas que afectan a la libido, como los estrógenos y la progesterona. Las mujeres, que tenemos cambios hormonales más acusados relacionados con el ciclo menstrual, podemos tener oscilaciones más grandes del deseo, según el momento del ciclo en que nos encontremos y el efecto de las hormonas.

A esto hay que sumarle factores externos: el deseo se despertará en función de los estímulos que recibamos. Una determinada escena visual, un olor, una caricia… pueden avivar el deseo. Estos estímulos serán unos u otros dependiendo de la historia de cada uno porque el deseo se ve muy reforzado por las experiencias de placer previas. Por ejemplo, si hemos tenido un encuentro sexual orgásmico con alguien que llevaba un perfume determinado, cuando nos llegue ese olor es probable que se nos despierte el deseo. Y, por supuesto, hemos de estar receptivos a estos estímulos.

También hay factores psicológicos: las fantasías que se elucubran en nuestra mente son grandes provocadoras del deseo. Al fin y al cabo, el cerebro es el centro de toda nuestra vida sexual.

Además de factores que despiertan el deseo, hay otros que lo apagan: el estrés, las preocupaciones, la falta de sueño, tomar determinados medicamentos o incluso una mala alimentación afectan negativamente a nuestro deseo.

Cómo estimular el deseo

En algunos momentos de la vida, el deseo necesita poco para ser estimulado. En la adolescencia o durante el enamoramiento, momentos ambos de revolución hormonal, el deseo está a flor de piel y se encenderá como una cerilla, con un simple chas.

Pero esos momentos son temporales en nuestras vidas. La mayor parte del tiempo, el deseo no surgirá de forma espontánea y tendremos que trabajarlo. No debemos pretender que el deseo nos provoque, sino que debemos cambiar el orden y provocar el deseo. Si nos quedamos sentados esperando que de repente la libido nos haga lanzarnos a nuestra pareja, me temo que seguiremos sentados.

Provocar el deseo consiste, en gran medida, en erotizar nuestra mente. Las fantasías eróticas son una gran fuente de estimulación y no podemos dejar que desaparezcan o se apaguen. Leer literatura erótica, ver películas de contenido sexual o incluso escribir nuestros propios relatos pueden ser formas de trabajar la imaginación más caliente.

Por otro lado, mantener relaciones sexuales ayuda a seguir manteniendo relaciones sexuales. Es decir, el sexo llama al sexo. Si estamos una temporada de ayuno (sexual, se entiende), el cuerpo se acostumbrará a ello y no lo reclamará. Al fin y al cabo, la actividad sexual no es vital. No es como comer que si no lo haces te mueres y el cuerpo manda una fuerte señal en forma de hambre. Así que no hay que esperar una señal de «hambre de sexo». Cabe recordar aquí que uno puede mantener relaciones sexuales con uno mismo: la masturbación también nos erotiza.

Si el cuerpo no nos pide mambo, debemos buscar activamente el tiempo para bailar. Con los ritmos de vida de hoy en día, es habitual llegar a casa agotados y ocupar el tiempo libre con otras obligaciones o actividades. De esta manera, el deseo no encuentra su momento para aparecer.

Buscar tiempo para estar con la pareja juntos, tranquilos, sin complicaciones es una manera fantástica de cuidar a la pareja, primero, y de cuidar el deseo, después. Estar juntos en la cama con abrazos, besos, caricias… sin buscar nada en concreto más allá de disfrutar de la intimidad, puede que sea lo que necesita el deseo para desperezarse, mostrarse y entonces ir más allá. Esto es especialmente así en parejas que llevan un tiempo juntas, cuando las hormonas ya no provocan escenas de pasión encima de la lavadora.

Y no solo en esos momentos especiales, en el día a día se puede seguir manteniendo pequeños gestos: un beso cuando estáis cocinando, una caricia inesperada al cruzaros por el pasillo, un mensaje juguetón por whatsapp a media mañana o una broma en el supermercado cuando compráis calabacines. La vida erótica también se alimenta de detalles.

En definitiva, a veces el deseo sexual puede ser una cerilla que se enciende nada más rascar. Pero eso no será lo más habitual. Imaginadlo más como el fuego de una chimenea, que hay que ir alimentando para mantenerlo vivo.