Frases de sexo

Citas célebres para entender mejor el sexo: Alain Robbe-Grillet

«La pornografía es el erotismo de los otros»

Alain Robbe-Grillet

Con las citas célebres ocurre a veces un poco como con los bastardos reales;  nunca se sabe muy bien quién es el padre. Pero a diferencia de estos, las atribuciones de paternidad les suelen abundar. Basta que alguien célebre repita la sentencia y olvide involuntaria o maliciosamente mencionar la autoría para que le sea atribuida; basta que alguien en esta cultura de la información digitalizada, el primero indique una autoría para que el famoso método de investigación del corta-y-pega consolide en cientos de páginas una paternidad nunca constatada por el ADN.

En la cita que hoy nos ocupa también se da el caso. Es prácticamente imposible confirmar a quien pertenece y la disputa se centra fundamentalmente entre dos autores: André Breton (1896-1966), el escritor, teórico y pope del surrealismo, y Alain Robbe-Grillet (1922-2008), el escritor, cineasta y teórico sobre los que se asientan los fundamentos del nouveau roman. Y es más curioso aún constatar cómo si la cita se busca en castellano, la mayoría de referencias (todas sin fuente) la atribuyen a Robbe-Grillet, pero si se busca en francés es Breton el que resulta algo más atribuido (también sin referencia explícita a cuándo dijo o escribió esto). La información que a esta servidora le merece más confianza es que la Association Atelier André Breton, que recoge y promueve toda la obra del autor, parece confirmar que nunca Breton dijo ni escribió nada parecido y que la única referencia que les consta sobre la sentencia es que un editor (Éric Losfeld) se la atribuye (sin que tampoco especifique ni dónde ni cuándo) y sostiene que Robbe-Grillet, en cierta medida, se la birló. Con lo que parece que más cerca está de Robbe-Grillet (que por cierto era bretón) que de Breton. El conocer también un poco la trayectoria de ambos y las tremendas controversias que algunas películas de Robbe-Grillet despertaron en su momento por su vinculación con el fetichismo (el objeto es fundamental en el nouveau roman) y a las prácticas eróticas diversas con especial inclinación por el BDSM (su compañera de vida y escritora, Cathérine Robbe-Grillet, sigue siendo una respetadísima dominatrix a sus 91 años) hacen que servidora se incline finalmente por atribuirle la paternidad, a falta de confirmación, a Robbe-Grillet.

Análisis de la cita

Pero ¿qué significa la sentencia «La pornografía es el erotismo de los otros»? Una mirada poco comprometida y ligera, como las que suelen dar ahora, parecería indicar que lo que dice es que lo que para unos es pornografía, para otros puede ser erotismo. Pero si eso fuera todo lo que dice, ¿por qué no enunciarla así?;  «lo que para unos es pornografía, para otros puede ser erotismo», que resulta más sencillo y comprensible. Pues porque la apreciación dice eso pero significa algo más. Fundamentalmente una cosa: la pornografía no es algo que caracterice en sí mismo una propuesta, sino que esa caracterización es atribuida por el que percibe esta propuesta. La pornografía nunca está en lo que sucede, sino en el que genera y en el que observa lo sucedido y en el contexto donde eso percibido se encuadra. El que algo sea «pornográfico» depende, en primera instancia, de múltiples factores. Depende de la posición en la que la mirada se encuentre: si, por ejemplo, tú estás con el legítimo haciendo el amor y observas vuestra propia escena, esta está cargada de erotismo, pues cada gesto, cada miembro, cada humedad remiten a algo más, pero si, en ese instante, la vecina se asoma al balcón a tender la ropa con los rulos puestos y os ve, eso que vea puede perfectamente percibirlo como pornográfico y salir (o no) espantada. Depende también del contexto donde la escena tiene lugar: a modo de ejemplo, si vas estos días al Prado y asistes a la exposición «Pasiones Mitológicas», encontrarás, entre otros, los cuadros que Tiziano pintó para el deleite sicalíptico de Felipe II, es decir, encontrarás arte y en los titulares de prensa «Las obras eróticas de Felipe II»… Nadie, salvo meapilas y mojigatos, asistirá para ver «pornografía». Lo mismo si vas, por ejemplo, al Museo de Orsay de París a ver El origen del mundo de Courbet o ves el grabado de Hokusai, El sueño de la mujer del pescador. En estos casos no es «pornografía», es arte a lo que asistes. Depende, por último, de la voluntad que encierra lo exhibido, de lo que se pretende al exhibirlo. Si tras lo tórrido, hay un algo más que lo puramente tórrido, por ejemplo, un recurso argumental, la escena puede resultar de alto voltaje, pero difícilmente la calificaremos de pornográfica pues es algo que no tiene valor exclusivo por sí mismo, sino que nos transporta («metáfora» es como lo griegos llamaban a la acción de transportar) a otro lugar más significativo y relevante de la propuesta. La pornografía gusta de presentar, mientras que el erotismo busca representar. Lo primero se pretende evidente y lo segundo simbólico, lo primero es un acto y lo segundo la promesa de un acto; lo primero satisface la freudiana pulsión escópica y, lo segundo, la estimula. Todo ello sobre la base del manejo de lo explícito y de la correspondencia, en mayor o menor grado, con lo que no es explícito.

Un atributo moral

¿Qué queremos decir con todo esto en referencia a la cita de Robbe-Grillet? Que el calificativo «pornográfico» es básica y exclusivamente en su origen no una calificación cualitativa o cuantitativa, sino un atributo moral. Una manera de sancionar moralmente cuando se emplea «pornográfico» o de aprobar cuando el que se emplea es el de «erótico» al mostrar lo que los seres sexuados pueden poner en práctica con su condición sexuada. Históricamente, sabemos que es así; «pornografía» es un neologismo posiblemente del XVIII que toma dos términos griegos, porné (prostituta de la categoría social más baja en la antigua Grecia) y graphos (dibujo, escena, relato…) para componerlo. Los griegos antiguos, por tanto, nunca hicieron pornografía, por más que uno de los pintores más célebres de la antigüedad, Parrasio de Efeso, gustara de pintar a meretrices y por más que se deleitaran la vista con innumerables escenas concupiscentes de muy variado tipo, pero que en ningún caso requerían catalogación moral. Pero es así, «escenas de putas» como se calificó el material sicalíptico que fue emergiendo en las excavaciones y es así, con ese término, como se discriminaba al zoquete del cultivado, al espíritu ruin del elevado. El que como categorización moral, la dupla pornografia/erotismo se vea asociada a lo bueno o a lo malo, a lo procedente o lo improcedente, al espíritu ruin o al elevado es una sandez que simplifica y oculta la complejidad de que haya planteamientos dispares y, en ocasiones, solapados que pretendan cuestiones distintas y que sean percibidos de maneras diversas.

«La pornografía es el erotismo de los otros» es una reivindicación de esa complejidad en manifestar el hecho sexual humano, una forma de decirnos que lo asumido no siempre debe serlo, de deconstruir un entramado moral y comprensivo que sanciona la diversidad de gustos y de conseguir, como siempre lo hacen las grandes citas, formular en una afirmación una pregunta.

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