Novela y películas eróticas
Imagen de Lions Gate Entertainment.

Tasso (des)monta la película: Secretary, el rotulador rojo y la “cajita de laceraciones”

Secretary… ¿Similitudes con una película reciente? Si a estas alturas nos planteamos hablar sobre una “historia” entre un hombre adinerado, apuesto pero un tanto tiránico, con un pasado y una sexualidad –digamos– tortuosa y una jovencita fascinada por él, que se entrega con los ojos cerrados (en principio) a sus maravillosos encantos, posiblemente todos estemos pensando en lo mismo. Si además facilitamos el nombre del poderoso y apuesto galán, Grey, y decimos que en su historia de amor su erótica es el BDSM, ya cabrán pocas dudas sobre qué novela o película estamos hablando. ¿Cincuenta sombras de Grey? Pues no, estamos hablando de una propuesta anterior y mucho más afilada; nos referimos a la película “independiente” de 2002 dirigida por Steven Shainberg, Secretary. Y hasta ahí las coincidencias…

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Películas eróticas
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Película erótica: Secretary

Si la obra de E. L. James y la adaptación cinematográfica de Sam Taylor-Wood reflejan lo melifluo y políticamente correcto de nuestro tiempo, Secretary se muestra como una película descarada e ingenua, dramática y cómica, tierna y contundente que levantaría a más de uno de su asiento por su posible (o no) involuntaria incisión en temas que hoy en día escuecen. ¡Vaya usted a saber por qué! Aunque, lo peor es que sí sabemos el porqué… En quince años, hemos cambiado mucho y no precisamente en la dirección que las fuerzas “libertadoras” del mercado nos quieren hacer creer, sino en la contraria (en la conservadora que esa mismas fuerzas proponen proclamando lo contrario).

Tráiler

Sinopsis

Digamos de inicio que Secretary no es quizá una película redonda, pero gira sola. Y esa facilidad para deslizarse en un tema como el que aborda es digna de toda mención. Veamos, a modo de argumento, algunas particularidades de la propuesta, incorrecciones políticas (que son, a mi entender, aciertos) y clichés (que también alguno se cuela).

Lee Holloway (la actriz Maggie Gyllenhaal) sale de una estancia en una institución psiquiátrica para reintegrarse el día de la boda de su hermana en su familia, que podríamos calificar de desestructurada (madre más bien bobita y sobreprotectora, padre entre alcohólico y definitivamente ido y hermana inexistente y recién casada con cuñado inexistente). Ella está anclada en una infantilidad no acorde con su edad y tiene por costumbre auto lesionarse (tiene, a tal efecto, una cajita de juguetes con elementos incisivos varios). La cosa, que podría apuntar a drama de órdago, se presenta bajo una atmósfera más cercana a la comedia. Tras el traumatismo de reintegrase a esa referida “unidad familiar”, decide hacer un curso de mecanografía y buscar su primer trabajo. Aquí aparece él.

Edward Grey (interpretado por el actor James Spader) es un abogado guapetón, dinámico y vigoroso de cierto prestigio, con despacho lujoso (un pelín kitsch, al gusto de hoy, pero perfectamente fotografiado en el film), amante de las orquídeas y de su obsesivo cuidado, con un comportamiento obsesivo compulsivo que le hace resultar en ocasiones tiránico, y que viene de concluir, por lo que se va deduciendo, una relación en la que ha sido sometido por una histérica dominante (posiblemente, la película quiera reflejar que su ex mujer sea una “dómina”, pero en la escena que aparece, a mí se me antoja simplemente como una histérica).

Para controlar su destrucción personal, ese punto de caída del sujeto que amenaza con llevarlo al brote psicótico, ambos tienen sus propios recursos de carácter fetichista: ella, la mencionada cajita de laceraciones y él, un montón de rotuladores rojos. Primer tópico y primer acierto; antecedente un tanto simplón el remarcar que los dos no están muy bien de la cabeza y que por eso van a establecer una relación BDSM…Y primer acierto, pues cualquier fetichismo o parcialismo actúa como activador libidinal, pero también como esfera, como solución frente a aquellas circunstancias que el sujeto entiende como incontrolables, y que amenaza su integridad constitutiva (algo así como la mantita de Linus, en Charlie Brown).

Al iniciarse su relación profesional, se establece un vínculo de dominación y sumisión que trasciende rápidamente el laboral de jefe y secretaria. Ella ve claro desde el principio lo que esa relación de dependencia mutua les puede aportar de bueno, y él se resiste (aquí otro pequeño cliché) a aceptar el BDSM como el mejor medio para logar la estabilidad erótica y afectiva. Y ese es el núcleo duro de la película y su más brillante logro: los titubeos, las irregularidades, los recursos y las pruebas de amor que esa erótica exige y causa en ambos sujetos, y el que se produzcan en un “ambiente” de comedia negra, digamos cordial, lúdico y sentimental pero con traumatismos, que evita en su narración todo trascendentalismo y grandilocuencia, sin dejar por ello rincón alguno por barrer.

Una película de actores

Secretary es una película de actores, básicamente de actriz. Maggie Gyllenhaal está simplemente soberbia, inigualable, magnética. Toda ella, especialmente su rostro y su gestualidad; es capaz de desaparecer bajo su personaje y de recorrer en la hora y cuarenta de exposición más registros que otras actrices a lo largo de toda su carrera… Algo al alcance de muy pocas (de Isabelle Huppert, quizá, y pocas más). Ingenua, torpe, desgarbada, risueña, feílla, bobalicona, pacata, decidida, inteligente, seductora, bella, sensual… y más erotizante que Bataille en sus mejores escritos. Y todo ello con la simple intención de su mirada.

Algunas incorrecciones políticas que se agradecen

Entre las múltiples escenas dignas de ser recordadas, está la primera “sanción” a la que el abogado la somete haciéndole leer inclinada sobre la mesa, y con los codos y las palmas de las manos apoyados en ella, una carta mecanografiada con una falta de ortografía (oportunamente marcada en rotulador rojo), mientras le golpea los glúteos con la mano sobre la falda (eso sí son tortas, y lo demás “cachetitos”). O cuando ella, tras la primera renuncia de él, le captura una lombriz de tierra en el jardín para volver a hacerlo “entrar en razón” o, hacia el final de la película, el tránsito por la “noche más oscura” de su prueba de amor por él, cuando se le aparecen, brevemente, como los espectros en Shakespeare, diversos personajes que ponen en valor o en cuestión su actitud (a destacar la feminista que le aporta una ingente cantidad de libros sobre cuestiones relativas a la tiránica conformación del patriarcado, y que provoca una sonrisa… ¿Hemos dicho ya que hay momentos que hoy no conseguirían tanta simpatía?).

Todo ello para conseguir que Secretary sea una narrativa y una lección original, intensa pero evitando la trascendencia; sentimental pero sin empalagarse de romanticismo, contenida pero sin privarse, adulta pero juguetona, con humor pero sin parodia, erótica casi sin querer y convincente sin pretender convencernos de nada. En definitiva, una erótica película de amor se que corta como un bollito de leche.

El universo de las relaciones en una sección: películas eróticas

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