Relatos eróticos

Relatos ero: Cubanas – Relatos eróticos cortos

Perfectos y Fresas con Nata son dos relatos cortos sobre cubanas (masturbación con los pechos) con una intensidad sexual in crescendo, firmados por la elegante pluma de Brenda B. Lennox.

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Relatos eróticos

Perfectos – Relato erótico corto (1)

«Teóricamente iguales los senos femeninos, pero siempre diferentes por el capricho escultórico de la naturaleza, porque hay miles de formas y texturas en los pechos femeninos; desde los juntos y prietos a los separados que se orientaban hacia los lados; desde los redondos como pelotas de reglamento a los alargados como amargos pepinos; desde los alzados, que nacían a ras de cuello, a los algo bajados que se orientaban hacia el estómago; desde los rematados con pezones grandes, que eran como enormes estrellas de mar que estuvieran succionando sus puntas, a los chicos como botones o brotes de rama; blandos, que se derretían en las manos y adoptaban la forma que quisieran dar estas, o duros».
Ascenso y caída de Humberto Da Silva. José Luis Muñoz

Sus pechos son perfectos para tus manos; generosos, tersos, blandos. Se amoldan a ellas, se alzan, crecen hasta desbordarlas mientras los acaricias, los aprietas, los conformas como si amasaras arcilla para que sea cántaro que recibirá tu simiente.

Sus pechos son perfectos para tu boca; huelen a tierra, saben a especias, emborrachan como marula. Los pezones con forma de estrella alimentan tu hambre, se endurecen bajo tu lengua, se estiran entre tus dientes mientras los lames, los muerdes, los chupas hasta que ella se aferra a tu nuca, exhala un gemido, acaricia tu miembro guiándolo.

Sus pechos son perfectos para tu polla; suaves, cálidos, resbaladizos tras humedecerlos con tu lubricación. La arropan, la masturban, la reciben para que te los folles mientras su lengua sale al encuentro de tu glande, mientras su mirada suplica que los aprietes y juegues con ellos, mientras su voz te ordena que aceleres, mientras su garganta anhela que te corras.

Fresas con nata – Relato erótico corto (2)

Un domingo, hicimos una escapada a Aranjuez. ¿Lo conoces? Es precioso. El Palacio Real, los jardines colmados de fuentes y estatuas, el río Tajo que discurre plácido entre arboledas mientras las hojas de otoño colorean su cauce…

Comimos en un restaurante muy coqueto espárragos verdes, tartar de salmón y muslo de pavo con almendras, regados con un Rioja suave, afrutado, que brillaba rojizo bajo el sol, mientras reíamos sin parar y arrojábamos migas de pan a los patos desde la terraza.

Luego, paseamos abrazados por el Jardín del Príncipe entre cipreses, magnolios, fresnos, castaños de indias, árboles del amor… Cuando me besó, supe que no me imaginaba la vida sin Él. No podía ser más feliz.

Ya en casa, saqué las fresas que habíamos comprado en un quiosco callejero cerca de la Iglesia de San Antonio y empecé a comerlas despacio, mirándole a los ojos. Albergaban una tormenta; los míos, también. Cogió una, la acercó a mi boca, entreabrí los labios y apreté. El zumo impregnó sus dedos y los chupé, uno a uno, hasta que sus yemas se arrugaron.

—Quiero más.

Me desnudó, cogió otra fresa y la deslizó por mi cuerpo trazando espirales, describiendo círculos alrededor de mi ombligo, líneas en mi vulva, puntos en mi clítoris hasta que estallé en un orgasmo y mi humedad se fundió con la suya.

Ascendió de nuevo, la colocó entre mis pechos y apretó. Y fue piel, pulpa, carne que se folló mientras clavaba mis uñas en su glúteos. Se corrió con un gemido. Unté los dedos en el jugo, en su esencia, en la mía y saboreé.

—Dame más.

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