Relatos eróticos cortos

Escultor – Relato erótico corto

«Saberse vivo precisamente cuando la piedra cae y tiene que recogerla» es una de las interpretaciones sobre el mito… Pero Brenda lleva la metáfora de la piedra de Sísifo al terreno erótico y de un modo bellísimo. ¿Qué esconde la piedra? ¿Ella? ¿El deseo? No te pierdas este relato.

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Relatos eróticos cortos

Escultor

Before you choose your wish
You better think first,
With every wish
There comes a curse.
-Bruce Springsteen

La piedra es su amada, su  amante, su deseo.

Contempla su superficie y el largo camino de ascenso. El sol comienza a alzarse, inexorable, sobre la cima, pero no le importa. Tiene tiempo. Tanto tiempo… Tiempo concedido por desafiar a la muerte, a los dioses, a los hombres. Tiempo otorgado como una maldición. Sonríe. Tiempo. Ellos no saben que es lo único que necesita.

Recorre con sus dedos cada poro, cada hendidura, cada grieta. Siempre parece igual, pero siempre es distinta. El tiempo, el camino, sus manos han hecho mella en su cuerpo. Descubre nuevas estrías, nuevas aristas, nuevas muescas. Sonríe de nuevo. Tiempo, camino, manos son lo único que necesita.

Apoya su mejilla, su pecho, su pelvis contra la superficie que palpita. Siente los latidos de su corazón, la vibración de su energía, el estremecimiento de la mujer que contiene, de la mujer que le aguarda, de la mujer que lo recibe y se entrega a las manos que se demoran en sus pechos, en su cadera, en su vientre, en su sexo… despacio, despacio, despacio hasta que brota el agua y filtra los poros y brilla como una estalactita.

«Sísifo, Sísifo, Sísifo… ámame, tómame, libérame», susurra la mujer que la habita retorciéndose de amor, de deseo insatisfecho, de anhelo. Y él se desespera, retorciéndose de amor, de deseo insatisfecho, de anhelo y golpea su cárcel con los puños intentando quebrar los muros, penetrar en ellos, derramarse hasta filtrar los poros y brillar dentro de la superficie como una estalagmita.

Pero no puede. No puede….Y golpea, golpea, GOLPEA hasta despellejarse la piel de los nudillos, hasta desgarrar la carne, hasta desprender una esquirla y tintar la nueva grieta con el líquido carmesí que se desliza entre sus dedos. La piedra lame, absorbe, se nutre, pide más, más, MÁS. Siempre quiere más. Siempre quieren más.

Tiempo. Solo necesita tiempo. Tiempo. Segundos, minutos, horas, días, años, siglos, milenios… ¿Cuánto requiere tallar la piedra? ¿Cuánto, desnudarla? ¿Cuánto, liberar a la mujer que alberga? Bien lo sabe la gota de agua, el viento, la ola; los tallos de la madreselva en los muros de un castillo, las raíces del árbol en los templos, el botón de la flor que resquebraja el asfalto. También lo sabe él. También lo sabe, sí.  Sí. ¡Sí!… Intenta ser paciente, pero a veces es tan dura la espera, el esfuerzo, la noche y su quietud hasta que amanece y puede emprender, de nuevo, el camino… Aunque, ¿qué son ante una certeza? Nada. No son nada.

El sol brilla, inexorable, sobre la cima. Sabe que ha llegado la hora. No le importa. La piedra es su amada, su  amante, su deseo. Apoya las manos en su superficie, afianza los pies en la tierra y comienza el ascenso. Tal vez hoy revele a la mujer que encierra. Tal vez, mañana. Tal vez, dentro de un siglo. Tiempo, tiempo… tiempo es lo único que necesita.

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