Relatos gay

Relatos ero gay: Masturbación en pareja – Relatos eróticos cortos

Puedes ver vídeos de hombres masturbándose, pero no serán tan excitantes como estas dos historias cortas de Rafa de la Rosa. Disfrútalas.

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Relatos ero gay: Masturbación en pareja

Sobran las palabras, los gemidos y los ruegos – Relato erótico gay (1)

Nada de palabras ni de gemidos. Ni de ruegos. Eso está acordado.

Te tumbo en la cama, a mi merced. Tus ojos brillan con una expectación creciente cuando coloco las esposas en torno a tus muñecas y quedas con los brazos sobre tu cabeza, unidos al cabecero.

Vas a hablar, pero te cubro los labios con un beso. Nada de palabras, nada de peticiones ni de ruegos. Sonríes y yo sonrío contigo, conscientes ambos de que nos encanta este juego. Cubro tus ojos con una venda negra y tus labios tratan de alcanzarme en la oscuridad, solo guiados por mi olor.

Me pongo de rodillas ante ti y te dejo disfrutar de mi erección, lamer mi glande, chupar mis huevos. Pero después me separo y sé que te he dejado con ganas. No importa, pronto suplicarás por otra cosa.

Rebusco en la mesilla hasta encontrar el masturbador, la copa transparente que me permite ver a la perfección como tu polla se inflama y crece, cómo se endurece cuando te sobreexcitas. La lubrico con cuidado y la introduzco en el masturbador, y tu espalda se arquea.

Reprimes un gemido, porque hemos dicho que nada de palabras ni de gemidos. Ni de ruegos.

Muerdes tus labios mientras yo masturbo, cada vez más rápido, tu polla erecta. La siento palpitar, endurecerse con cada movimiento. Acelero el ritmo de mi muñeca, para complacerte en silencio, para poder ver lo que deseo.

Quieres eyacular y gritar al mismo tiempo, pero presiono tu pene para que no salga, muerdo tus labios como recuerdo… Nada de palabras ni de gemidos. Ni de ruegos.

Y suelto para que brote ardiente, y ahora entiendes por qué sobraban las palabras, los gemidos y los ruegos.

Por arte de magia – Relato erótico gay (2)

Tu respiración en mi oído eriza mi piel como por arte de magia.

Observo tus ojos, brillantes y ambarinos en el espejo que hay frente a la cama, y me devuelves una mirada hambrienta. Tus dientes se clavan en mi cuello y yo gimo sin contenerme. Mis manos te buscan y enredo mis dedos entre tus cabellos de profundo color negro, acercándote hacia mí, haciendo más hondo ese beso que dibuja una flor de fuego junto a mi clavícula, el primer ingrediente de esta poción mágica que creamos.

Presionas con tu mano en mi nuca y yo obedezco la petición silenciosa. Me inclino hacia delante y arqueo la espalda, el ayudante perfecto para tus trucos de prestidigitación. Tus labios dibujan runas en mi espalda y formulas un hechizo con tu lengua. Miro al espejo en el techo y nos veo allí, yo hechizado entre las sábanas y tú de rodillas junto a mí.

Curvo aún más mi espalda, exponiéndome, y veo en el reflejo que te inclinas junto a mí. Agarras los elásticos del suspensorio que deja mis nalgas al aire, y continúas el hechizo con tu lengua entre ellas. El embrujo de tu aliento me estremece y eso te incita a seguir el ritual: saliva, gel, un dedo… dos.

Tus ojos están fijos en los míos, en mi reflejo de ese mundo de cristal que nos sirve para adivinar nuestros movimientos como si de premoniciones oníricas se tratasen. Formulo las palabras del hechizo, la petición final que culmina el ritual: «Fóllame», pero tú ya te has anticipado.

En tus manos reluce el dildo. Elegante y negro, como mi suspensorio, como las sábanas y como tus rizos. Contengo la respiración, expectante por el truco final.

Me penetras con suavidad y decisión. Tus ojos hipnotizando los míos, el dildo clavado entre mis nalgas. Me arqueo al sentir el recorrer de la magia por mi espalda y crispo mis manos entre las sábanas, porque el placer me hace perder el control. Gimo, grito. Y tú susurras mi nombre…

Es la clave para terminar el encantamiento. Tus labios sellan el trato, la vibración eléctrica de la magia de piel hace palpitar mi erección. «Tres, dos, uno». El hechizo se desvanece y el aire se escapa entre mis labios con un último espasmo. Abro los ojos para descubrir el mar blanco sobre la sábana negra.

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