Relatos gay

Relatos ero gay: Sexo en la oficina – Relatos eróticos cortos

Deléitate con estos dos relatos cortos de Rafa de la Rosa. El tema: sexo en la oficina. La propuesta: traerte una de las fantasías que más se materializan. ¿Nunca lo has hecho? ¿Nunca los has pillado?

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Relatos gay

Relatos ero gay: Sexo en la oficina

Fotocopias – Relato corto gay (1)

Lo veo pasar entre las mesas de la oficina. Lleva en su mano una carpeta, pero toda su atención está puesta en mí, en mis ojos, en mis labios entreabiertos por el que mi aliento se escapa con ansia.

Entra en la sala de fotocopias y yo cojo el primer papel que veo para seguirlo. Entro y cierro. La máquina ya está en marcha.

—Tenemos cien copias por delante —me dice y se acerca a mí. Sus manos agarran mi cadera y me acercan a él. Pierdo el papel que llevaba en la mano, pero encuentro sus labios a cambio.

Abre mi camisa con sus dedos y acaricia el vello de mi pecho, sin separar sus labios de los míos. Baja su otra mano por mi espalda, aparta la chaqueta y la desliza dentro de mi ropa interior.

Ahogo un gemido en su boca.

Me pone de rodillas y acerco mi cara a su pantalón. Siento su erección a través de la ropa, caliente y dura. La saco con cuidado, sin bajarle el pantalón por si llama alguien.

Agarro y lo atraigo a mis fauces, hambriento. Intercala sus dedos en mi pelo y noto los gemidos que contiene.

Al otro lado de la puerta, el resto de la oficina permanece ajeno, como si no supiesen que estamos haciendo… fotocopias.

A solas en la oficina – Relato corto gay (2)

Los números en la pantalla del ordenador vuelan ante sus ojos. La oficina está a oscuras, pero él tiene la mirada fija en los ajustes de cuentas. No se ha percatado: no queda nadie más.

Cuando levanta la vista hacia la calle, ve que las farolas ya están encendidas. «Las diez y media», piensa mientras comprueba el reloj. Se frota los ojos y mira en todas las direcciones. Aún le queda un buen rato antes de irse a casa.

Minimiza la hoja de cálculo y abre una ventana oculta. Sabe qué página quiere, qué vídeo busca, y pronto tiene ante sus ojos una escena sexual interpretada en una oficina como la suya.

Sonríe y se lleva la mano a la entrepierna. Baja la cremallera y deja libre su miembro, que empieza a endurecerse. Se masturba. Al principio, con suavidad, atento a los actores que se mueven con cuidado en una oficina. Una oficina vacía, como la suya. «Ojalá algún día», piensa. Y la excitación de imaginarse poseyendo a su compañero de contabilidad, enloquece el ritmo de su mano.

Unos metros más allá, oculto aún por la puerta del despacho que estaba limpiando, el chico de la limpieza le observa. Se muerde los labios y baja sus manos hasta el pubis, apretando la erección, que permanece oculta tras el mono de trabajo.

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