Sexo

El empoderamiento sexual no consiste en follar mucho

«Soy una mujer empoderada sexualmente». Toma ya. ¿Cómo os quedáis? A mí, oír a alguien decir eso me provoca cuadrarme delante de ella y llamarla de usted. Juntas las palabras «poder» y «sexual» y el resultado es potente. Incluso a algunos les puede dar un cierto miedo. Una mujer segura de sí misma en un ámbito como el sexual, donde tradicionalmente han sido ellos quienes han llevado la voz cantante, impone.

Pero… ¿de qué hablamos cuando hablamos de empoderamiento sexual?

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¿Cómo es una persona empoderada sexualmente? ¿Es lo mismo que liberada sexualmente? Empiezo por esta última cuestión. Bajo mi punto de vista, sí, estaríamos hablando de lo mismo. Una persona empoderada se siente libre para ser, expresarse y actuar como desea. Para llegar a este punto puede que haya pasado, consciente o inconscientemente, por un proceso individual que consiste en:

  1. Quitarse prejuicios sobre sexo. Por educación e influencia cultural se nos trasladan estereotipos e ideas falsas. «Las mujeres no tienen tanto deseo sexual». «Algunas prácticas eróticas no son normales». «En la cama, tu amante te proporcionará el placer». Y más. Con información de buenos sexólogos y sexólogas se puede conseguir entenderlas. Por ejemplo, aquí tienes mis artículos en Volonté para desmitificar múltiples aspectos del sexo.
  2. Con la mente libre de prejuicios, deberé saber qué me gusta, cómo me gusta, qué me apetece probar, qué me hace sentir bien. Puede ser un paso complicado ya que a veces es difícil saber qué queremos. Explorarnos, analizar nuestras fantasías eróticas, leer novelas, probar… pueden ayudarnos en este punto.
  3. ¿Te gusta la sumisión? ¿Tienes algún fetichismo? ¿No te interesa el sexo? Vivir y hacer tal cual nos satisface, de forma sana y positiva, está bien, es normal. Tenemos que reconocernos y querernos con nuestras peculiaridades (todos tenemos alguna).
  4. Ser, expresarse y hacer como cada uno quiera, acorde a sus necesidades, sin limitarse y sin prejuicios.

En este último punto hay una cuestión que quiero destacar. A veces, leyendo algunos artículos o viendo determinadas informaciones sobre sexo de instagramers o influencers, me parece que se traslada la idea de que una mujer empoderada sexualmente ha de ser muy activa, ha de hacer muchas cosas (a ser posible transgresoras), tener muchas ganas de sexo, mostrarse muy sensual en sus formas, ser bisexual, ser liberal, etc. Y rotundamente no. No es necesario masturbarse y follar mucho o tener un deseo sexual alto para estar empoderada sexualmente.

Una mujer con un alto grado de libertad en lo erótico hace lo que le sale del mismísimo. Si le apetece mucho, bien. Y si le apetece menos, también bien. La cuestión es saber qué opciones tienes y vivirlas, sean las que sean, de forma sana, coherente y con satisfacción.

En definitiva, puedes follar mucho y no estar empoderada y puedes no hacerlo y sí estarlo. Probablemente sea más habitual que una mujer activa sexualmente haya conseguido quitarse prejuicios y disfrutar, pero no necesariamente siempre es así. A lo mejor hay quien tiene relaciones sexuales por dejarse llevar, por presión, porque mola o por imitar a no sé quién. Y habrá quienes no practiquen demasiado sexo porque están en un momento de su vida en que no es lo que buscan (es normal que el deseo fluctúe) o por el motivo que sea. La cuestión no es qué haces, sino por qué, para qué y cómo vives lo que haces.

¿Necesitamos todos empoderarnos sexualmente?

La sexualidad forma parte de nuestra identidad y desarrollarla forma parte de nuestro crecimiento como personas. Nos ayuda a conocernos más y mejor, nos permite ser y sentirnos libres. Al contrario, tenerla enjaulada puede ser fuente de frustraciones y de empobrecimiento.

Tradicionalmente se ha controlado la forma en la que hemos vivido nuestra sexualidad, diciéndonos qué era válido y cómo teníamos que comportarnos. Todo lo que se salía de ese modelo normalizado era pecado, perversión o trastorno.

Tanto hombres como mujeres hemos sufrido (y en cierta forma aún lo hacemos) estos intrusos en nuestra vivencia de la sexualidad, pero ha sido más pronunciado en el caso de las mujeres. A nosotras se nos ha negado el deseo, el derecho a expresarnos como hemos querido, el derecho a disfrutar, el derecho a ser. Por eso, cuando hablamos con orgullo de empoderamiento sexual, lo hacemos refiriéndonos más habitualmente a nosotras que a ellos.

Pero ellos también pueden necesitar de esta liberación y aceptación. Y más cuando no se ajustan a la cisheteronormatividad. Los cuatro mismos pasos que hemos visto les serán muy útiles. Porque ellos también tienen ese peso de cómo deben comportarse, cómo ser, qué les tiene que gustar.

Y, por supuesto, están las diferencias individuales que serán las que marcarán la necesidad y las ganas de empoderarse. Hay personas con más prejuicios, otras con menos. Hay algunas con más interés en explorar esta faceta, otras con menos. Cada uno de nosotros llevamos nuestra mochila y tenemos que recorrer nuestro camino. El destino, eso sí, es el mismo: el bienestar con nuestra sexualidad. Porque el empoderamiento, esa palabra que tan bien vende, no es otra cosa que sentirse bien con uno mismo. Un objetivo que todos y todas deberíamos perseguir.

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