Películas eróticas

Tasso (des)monta la película: Lunas de hiel o el doble naufragio conyugal

Todo lo que hagas, lo haré mucho mejor” (Fiona a su marido Nigel).

Lunas de hiel es una película franco-americana-británica del aclamado director polaco Roman Polanski que se estrenó en 1992. También se conoce por Bitter Moon, su título original en inglés.

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Película erótica: Lunas de hiel

Tráiler

Sinopsis

Durante un crucero a la India, los británicos Nigel Dobson (Hugh Grant) y su mujer Fiona (Kristin Scott Thomas) conocen a una pareja tan extraña como provocadora: un escritor cincuentón americano e inválido llamado Oscar (Peter Coyote) y una joven bailarina francesa, Mimi (Emmanuelle Seigner). Rápidamente, la sensualidad de Mimi atrae a Nigel. Su marido, Oscar, lo intuye y decide convertir a Nigel en su confidente, contándole toda la historia vivida con su joven esposa, desde el momento cuando se conocen, por casualidad, en París. Y cómo, de una relación asfixiante, él y su mujer evolucionan y caen en un juego de dominación/sumisión.

Una auténtica disección amorosa

Rodar las alegrías del sexo está al alcance de cualquiera. Pero la tristeza, las heridas que provoca a veces, ya es otra cosa. En definitiva, y si repasamos su filmografía, es lo que siempre ha hecho Roman Polanski: narrar la violencia de la sexualidad. Pero también el increíble poder del sexo, aquel que permite esclavizar al otro. Con Lunas de hiel, Polanski hace lo que mejor sabe: una auténtica disección amorosa.

Mientras Oscar y Mimi se desean, todo va viento en popa. El deseo siempre hace conocer a las personas el éxtasis que se cree único e inolvidable pero que, precisamente porque se va multiplicando, se olvida rápidamente. Como todas las cosas que se repiten. Entonces, inmediatamente después, aparece el aburrimiento. Y para luchar contra él, lo solemos travestir. Así, Oscar se traviste de cerdito para excitar a Mimi (una de las famosas escenas de la película). Cerdo se puede ser, claro, pero ¿»cerdito»? Entonces, una ríe a carcajadas delante de aquel espectáculo. A este nivel del placer, afortunadamente, la risa todavía puede salvar el deseo.

Desgraciadamente, la pareja alcanza otra etapa… Aquella en la que ya no se puede salvar nada. De la risa, la pareja pasa al dolor. Oscar descompone a Mimi, que se vuelve a componer para, luego, descomponer a su marido. Un verdugo y una víctima. Y viceversa. Y cuando ya nada funciona, quedan los demás con los que se pueda jugar. Aquí es cuando empieza de verdad la película de Polanski. Cuando ya no hay nada que salvar, cuando todo está acabado. O casi…

El voyeurismo, lo más destacable de la película

Durante este crucero de lujo, Mimi (Emmanuelle Seigner) y Oscar (Peter Coyote, cuyo papel es extraordinario) van a tender una trampa a una pareja que ya está en bancarrota, pero que es todavía demasiado “digna” (o joven para atreverse a reconocer el hastío) como para deshacerse realmente. Y es al hombre al que “atacan”, evidentemente es siempre más fácil…

Nigel (Hugh Grant) no conoce la perversión. Peor aún, desconoce la suya. Su mujer, Fiona (Kristin Scott Thomas), por ser mujer, es más clara: «Todo lo que hagas, lo haré mucho mejor », le dice a Nigel cuando ella presiente que está a punto de ser aspirado en la tela de araña tejida por Oscar y Mimi. Nigel es un espectador. Es EL espectador, aquel que, entre el escándalo y la fascinación, va a asistir a la proyección de Lunas de hiel.

Nigel es un hombre bastante guapo. Hipócrita, quizá, pero sin saberlo. Algo de pudor le empuja a rechazar, de hecho, los juegos de seducción de Mimi. Pero él sigue yendo, cada día, al camarote de Oscar, que le cuenta sus pasiones, las humillaciones infringidas y recibidas. La vida de Nigel, en resumen, es el libro que no ha sabido escribir. El mismo que oye de la boca de Oscar. Se jura siempre a sí mismo que no volverá a escuchar a Oscar. Pero, en realidad, cada vez que se lo pide, sucumbe. ¿Qué haríamos todos los Nigel sentados en la sala de cine? Muchos de nosotros pensaríamos que no hay nada más aburrido que las perversiones de los demás, si no se comparten.

¿Y qué pasa con los Nigel-voyeurs? Ellos sí que formarán parte del espectáculo. Y aquí es donde el masoquismo de Polanski, por llamar de alguna manera a su exigencia artística, juega contra él. Polanski no enseña nada. Nada obsceno, al menos. Podría decirse que es incluso increíble la cantidad de escenas que se podían haber hecho y que no se han rodado. Imagínense la escena: el Nigel-voyeur mira por la cerradura de Lunas de hiel y ¿qué ve? Una pareja que se mata a gozar y que goza al matarse. La caída de dos cuerpos…

La ausencia de juicio moral

Deseo, posesión, tortura, destrucción, el trayecto es claro y preciso en esta película. Con cierto clasicismo en su puesta en escena, con cierto aire de “no se toca”, usando el recurso permanente de los flash back, Polanski consigue transformar en cuatro héroes a su pareja estrella, Oscar y Mimi, un tanto banales los dos, junto a otra que parece seguir el mismo camino (Nigel y Fiona); cuatro héroes de una farsa tragicómica, absurda y aterradora. Helada.

Y el director lo consigue, guardando cierta distancia permanente con sus personajes. Ninguna compasión. Ningún desprecio tampoco. Y, evidentemente, no emite ningún juicio moral sobre ellos. Solo una lucidez implacable. Y el orgullo de ver que los cuatro desprenden envidia, asco y odio.

Algunos detalles que quizás desconocías

Una novela titulada en francés “Lunes de fiel” ha servido de base al estudio clínico de Polanski. Una novela aclamada en 1981 de Pascal Bruckner, el famoso filósofo, ensayista y novelista francés. Una novela cruda que Polanski ha aplaudido pero casi no ha guardado nada de ella en su adaptación al cine, salvo la trama. Ni siquiera los nombres de los personajes. Franz, en la novela de Bruckner, es demasiado noble, romántico. Polanski lo sustituyó por Oscar, un nombre que evoca las purpurinas facticias del cine americano. En cuanto a la heroína, Polanski eligió el apodo francés más “cliché” que exista: Mimi. Oscar y Mimi. Ya hay en esta asociación de nombres el principio de una ironía. Estas dos personas, sin ni siquiera saberlo, son extrañas y ajenas la una a la otra. Oscar se cree Hemingway o Miller. Ella no se cree nadie. La pierde en un autobús de París, la busca y la vuelve a encontrar, trabajando como camarera en un restaurante. Mimi está hecha para servir… Así que Oscar la va a usar y va a abusar de ella.

Lunes de fiel, de Bruckner, es una gran obra literaria subversiva que trata de la fragilidad de la pasión en la pareja. En 1981, la publicación del libro fue un escándalo debido a varias escenas particularmente asquerosas para muchos. Bruckner explora, por dar algunos ejemplos, en los misterios íntimos de la lluvia dorada y de la escatología. La novela es de una negrura trágica en cuanto a la imposibilidad concreta de prolongar el deseo, entre dos seres que se han amado con locura, y eso, a pesar de inventarse juegos eróticos diversos, realizar fantasías, etc.

Aunque ese no sea el lugar, os animo a que leáis este maravilloso (a la par de terrible) libro.

Conclusiones interesantes sobre la película (que no pasan de moda… ¿o sí?)

Si buscáis en la película de Polanski una especie de “recetario” para llevar vuestra pareja a buen puerto, y no caer en las mismas trampas que nuestras dos parejas protagonistas, siento deciros que lo tenéis muy crudo. Los hombres retratados en este largometraje son mezquinos y narcisistas, crueles y tiranos, patéticos al final en su lucha. Ellas tampoco se salvan, la igualdad de oportunidades la concede Polanski desde la mirada misántropa: parecen frágiles y pasivas en muchos asuntos, pero son capaces de dejarse llevar por el deseo en cuanto se presente la ocasión. Ni buenos ni malas. ¿Estaría aquí la igualdad? Juzgad vosotros…

Os recomiendo, de todas formas, que veáis la película y luego entramos en debate.

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