Relatos eróticos con música

En llamas – Relato erótico con música

Cuando empieza el frío, no hay nada mejor que leer a Brenda… mientras escuchas Sex on Fire de Kings of Leon.

Sigue oyendo, sigue leyendo…

Relatos eróticos con música

En llamas

Hot as a fever/ Rattling bones
I could just taste it/ Taste it
If it’s not forever/ If it’s just tonight
It’s still the greatest/ The greatest, the greatest
You, your sex  is on fire.
Sex on fire –Kings of Leon

Me siento a tu lado. Todavía conservo en mis labios la blandura de los tuyos, y en mi muslo la calidez de tu mano tímida. ¿Solo eso? No. Lo reconozco, también conservo los malentendidos, los silencios, tus ausencias. ¿Realmente todo es tan difícil o somos nosotros y nuestros fantasmas? Da igual. Las lágrimas y las palabras curaron las heridas. Solo existe el aquí y el ahora. Aunque no sea para siempre. Aunque solo sea esta noche.

Las luces del autobús se apagan y nos envuelve un silencio apenas quebrado por la música de la radio y las charlas animadas de los insomnes. Yo también quiero hablar. Escucharte aunque no entienda todas tus palabras. Sumergirme en tu voz. Pero estás agotado. Respeto tu deseo aunque el mío me aturda. Te quedas dormido. Yo ni siquiera lo intento.  No puedo. No quiero. Giro el rostro y te observo.  El pelo revuelto, el cuello ancho y fuerte, las manos de guitarrista.  Pareces un niño. Un niño grande, como cuando te pones la servilleta para atiborrarte de comida vegana. Quiero protegerte. Colocar mi chaqueta tras tu nuca para que dejes de cabecear. No. Quiero que apoyes tu mejilla en mi hombro. Ser tu colchón, tu almohada, tu manta. Acariciarte sin más intención que descubrir el tacto de tu piel.

Puede que estén observándonos. ¿Acaso importa? Me acerco con sigilo, hundo la nariz en tu jersey, te huelo. Me embriagas. «You smell like a teen spirit». Reíste cuando te lo dije. ¿Lo recuerdas? «I thought that I smell to Armani». Armani… No. Hueles a ti. A volcanes, a glaciares, a poesía. Froto mi rostro contra tu hombro. Lo beso con suavidad. Sonríes levemente. ¿Me sientes en sueños o acaso estás despierto? Dime que no lo estás. Dime que no finges. Dime que me deseas. ¿Me deseas? Tal vez no. Tal vez solo fue un capricho, un desafío para tu ego, un pecado que no quieres cometer. Me separo de ti. Me alejo. Intento protegerme de esta fiebre que me consume. Pero no puedo, no quiero. Existes. Te deseo con avidez.  Eres, es un milagro.

Tu pierna izquierda se pega a mi pierna derecha. Me golpea suavemente cuando el conductor toma una curva. Cada golpe penetra mi carne. Mis huesos. Mi sexo está en llamas. Cierro los ojos. Ojalá esta carretera de montaña no acabe nunca. Ojalá pudiera parar el tiempo. Congelarlo. Y desnudarme. Sentarme sobre ti a horcajadas. Besarte de nuevo. Bucear por debajo de tu camiseta de activista, de tus pantalones vaqueros, de tus bóxer. Prenderte fuego. Liberar tu sexo para apresarlo con el mío. O tal vez, liberarlo dentro de mí. Liberarte, simplemente. Para que seas tú mismo. Para ser yo misma. Permanecer inmóvil sobre ti, sintiéndote, consumiéndome, consumiéndote. Arder hasta los huesos. Arder hasta que todo sea cenizas. Arder hasta que tu Palabra sea carne en  mí.

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