Relatos lésbicos

Relatos ero lésbicos: Sexo en la playa – Relatos eróticos cortos

Porque la playa es más sinónimo de sexo que de chiringuito, deléitate con estos dos relatos cortos de Thais Duthie.

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Relatos lésbicos

La fórmula perfecta – Relato corto lésbico (1)

No soporto el sol de agosto, ni la arena. No aguanto la brisa o el azul del mar. No puedo con la tirantez que cubre mi piel al salir del agua. Pero cuando lo que empieza a darme calor no es otra cosa que su mano, que explora los bordes de la parte inferior de mi bikini, todo eso se me olvida.

Me manda callar. La sombrilla debería amortiguarnos lo suficiente de miradas ajenas, pero no me preocupa si no lo hace. Cierro los ojos y solo veo fosfenos provocados por esa estrella brillante. Tantea la prenda húmeda tras el baño, aunque comienza a estarlo también por esas oportunas caricias sobre mi intimidad. Siento un líquido caliente sobre mi pecho descubierto —por si así lograba que no se quedaran las marcas del bikini—. La miro solamente para confirmar que el protector solar comienza a esparcirse por mi piel con la ayuda de su mano libre y me tropiezo con su mirada. Una excusa perfecta para poder acariciar mis senos y ensañarse con mis pezones a base de pellizcos y arañazos.

Trato de no moverme. Ahogo un gemido al notar sus dedos en mi clítoris, esparciendo mi excitación. Mantengo las piernas ligeramente flexionadas, le prohíbo a mi espalda que se arquee. No me hace falta volver a mirarla para saber que está disfrutando tanto o más que yo con esto. Sus caricias desaparecen de mi busto y son sustituidas rápidamente por algo muy muy frío. Ato cabos enseguida: un cubito de hielo de la nevera portátil. Libero un suspiro, inaudible y pequeño, y noto cómo el pedazo de escarcha se va deshaciendo demasiado rápido. El agua traza ríos en la piel de mi abdomen que fluyen hasta desaparecer en mis curvas.

Me precipito a la sensación vertiginosa de un orgasmo que está cerca, creado por el roce de sus manos inquietas, la sensación del hielo contra mi piel caliente y la idea de que cualquiera podría sorprendernos en cualquier momento. La fórmula perfecta que cristaliza en el clímax más intenso del verano.

Tal vez hoy me guste un poco más la playa.

Carrera – Relato corto lésbico (2)

Dina evitó tocar a toda costa la boya amarilla que prohibía el acceso a bañistas, pero sus piernas estaban demasiado cansadas tras la carrera. Apoyó ambos brazos en la parte superior del objeto, solo unos instantes, hasta que oyó la voz de su amiga de fondo.

—¿Cuál decías que era tu premio? —Elena también parecía exhausta.

—Bikinis fuera.

—¿Y si alguien nos ve?

—No lo harán —aseguró Dina.

La que estaba más alejada rio y empezó a deshacer el nudo de la parte superior de conjunto de baño. Dina la imitó y sintió un escalofrío tan pronto como se vio mecida por las olas. Se sumergió para que su pelo quedara estirado hacia atrás. Al salir a la superficie notó el cuerpo de Elena abrazándola por la espalda y cada centímetro de su piel se erizó. Se dio la vuelta entre sus brazos en un intento por atrapar sus labios en un beso salado.

Al poco se separaron para mirarse a los ojos y se sonrieron. No habían tenido suficiente con la noche anterior, ambas lo sabían. Dina deslizó la mano bajo el agua hasta el lugar de placer que había entre las piernas de su amiga, provocando que soltara un suspiro. A pesar de la distracción que suponía que la acariciara de aquella manera sabía que Elena tenía una mayor resistencia, mientras que ella destacaba por su velocidad. Aun así, le fascinaba el hecho de que pudiera mantenerse a flote y decidió premiarla con un contacto más directo que logró separando sus labios íntimos.

Una de las cosas que sorprendía más a Dina de Elena era que, en la cama, bastaba una chispa para encenderla por completo. Tenía una sensibilidad increíble en su centro, de manera que no hizo falta más. Como la corriente las estaba alejando poco a poco de la orilla nadie pudo oír los gemidos de su amiga, que ahora se aferraba a sus brazos para no hundirse. Una tras el orgasmo, la otra en busca del placer; Dina se dio cuenta entonces de que aquella era la verdadera carrera.

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