Relatos eróticos

«El desconocido» (Parte 1) – Relato erótico

Silvia es una joven de 26 años, de cabello castaño claro y ojos color avellana. No es una mujer fatal, pero cuando se toma el tiempo de presumir, tiene mucho encanto. Hace mucho tiempo que no tiene una relación y se ha encerrado en una vida monótona, interrumpida solo por la compañía de su gato negro. Un auténtico trasto, la criatura.

En los cuatro años que han pasado desde que rompió con su novio, no ha tenido ninguna relación. Ni un solo hombre ha entrado en su vida. Al principio, lo echaba mucho de menos; se atrevía a darse algunas caricias solitarias, pero desde entonces, con el tiempo, se ha acostumbrado y ya no piensa en ello. Se ha resignado. Al menos, ya no tendrá más decepciones.

Su última relación con David duró tres años. Creyó haber encontrado el amor verdadero, pero se equivocó. Él se fue con otra, de la noche a la mañana, sin más explicaciones. Al principio sufrió mucho. Había experimentado tanto con él. Ya no quiere pensar más en ello, duele demasiado. Hoy, se siente otra mujer. Mucho más sabia, más reservada, pero mucho menos ingenua. Ha jurado no dejarse engañar por hombres que juegan con las mujeres. Ya no. Está esperando a que alguien la valore como se merece… El problema es que no hace nada para atraerlo. Lo sabe, tiene encanto cuando se cuida, pero últimamente, no se está esforzando mucho. Lo sabe.

Esta mañana es domingo y Silvia no trabaja. Se despierta calentada por la suave calidez del sol que se filtra a través de las ventanas. Es el inicio de la primavera y el aire empieza a calentarse, los jardines empiezan a florecer, lo cual es un verdadero bálsamo para el alma. Se está acercando una época hermosa. Le encanta la primavera; suele ser un tiempo en el que está menos deprimida y en el que la vida la trata con cierta bondad. El año pasado, por la misma época, encontró trabajo. Y si no recuerda mal, fue, también en primavera, cuando conoció a David.Se estira con suavidad y se deja envolver por la atmósfera; se siente muy relajada y de buen humor.  Ha decidido desayunar bien esta mañana. Toda la semana le ha faltado tiempo y ganas, pero este domingo quiere darse un capricho. Tuesta pan, se prepara un café y unta las tostadas con mantequilla. El pan crujiente le sienta bien.Mientras disfruta de su desayuno, se da cuenta de que lleva un buen rato oyendo ladrar a los perros del vecino. Sin embargo, los domingos no hay correo. Es raro que los perros le ladren a algo que no sea el cartero. ¿Quizá alguien en la entrada? Se levanta y va a comprobarlo. Entreabre la puerta, pero no hay nadie; la abre de par en par, mira afuera, pero nada. Y justo cuando está a punto de cerrarla, ve un sobre en el felpudo.  La carta no tiene sello ni dirección, solo su nombre, «Silvia», escrito a mano, en tinta roja. ¿Quién podría escribirle? ¿Quién entregaría la carta sin llamar a la puerta? Obviamente, esta persona quería que la encontrara ya, si no, la habría puesto en el buzón. Decide abrirla para averiguar la respuesta a tantas dudas. Dentro, hay una carta escrita también con tinta roja. Mira directamente al final para ver el nombre de su autor, pero simplemente está firmada por «El desconocido».Empieza a leer… «Hola Silvia:Debes estar sorprendida y te estarás preguntando quién soy.Sé lo difícil que es tu vida solitaria. Menos mal que Kyro, tu gato, te hace compañía. Pero no te descuides, por favor. Estás tan guapa cuando te arreglas. Me encanta cuando llevas esa faldita negra, como el martes pasado. ¡Te sienta de maravilla! He de confesarte que no me dejas nada indiferente». ¿Pero cómo sabe todo esto? ¡La vio el martes pasado! ¿Qué hizo el martes pasado? Médico, tenía dolor de garganta. La compra y poco más. Se quedó en casa el resto del tiempo frente al televisor.Continúa leyendo… «A menudo alimentas mis fantasías, y me permito imaginarte. Hablando de fantasías, creo que últimamente te acaricias con menos frecuencia… ¿Ya no te apetece?  Como puedes ver, ¡te conozco bien! Pronto te daré noticias. El desconocido».

Mientras lee, vuelve a su habitación y se desploma en la cama. Pero ¿cómo sabe todo esto? ¡El vecino! ¡Tiene que ser el vecino! Aunque ya han pasado seis meses desde la última vez que vino de vacaciones. El resto del tiempo, vive fuera. No, no puede ser él. El señor mayor que vive con estos perros ladradores está totalmente descartado. Es un anciano que, a duras penas puede andar.

¿Quién podría conocerla tan bien y estar interesado en ella? La idea de que alguien esté interesado la seduce. Incluso si la está observando, en secreto.

Silvia sigue entre la reflexión y la imaginación. Él sabe que se masturba poco. ¿Cómo es eso posible? ¿La ha visto? ¿La ha visto desnuda?Un escalofrío de deseo la recorre… Desearía que él estuviera allí, acariciándola, besándola, susurrándole palabras dulces al oído. Necesita ternura, dulzura.En ese momento, los pensamientos más salvajes la invaden. Siente el deseo apoderarse de ella. Se desabrocha los vaqueros, se los quita con cuidado y se deshace de su camiseta.Se mira en el espejo frente a ella. Se siente deseable ahora que sabe que alguien la observa, a escondidas. Si sus amigas supieran… Le dirían que está loca. Que hay que avisar a la policía. Que eso no es medio normal.Empieza a acariciarse suavemente los pechos. Le encantaría que él lo hiciera, que pasara su lengua encima de sus pezones, que los mordisqueara. Cierra los ojos y casi siente sus dos manos agarrándolos con firmeza.Siente su estómago temblar y su sexo transformarse lentamente en un río de deseo. Desliza suavemente una mano en sus bragas. Le encanta. Hacía mucho que no jugaba con su coño. Se masturba suavemente, se acaricia los labios, hinchados. ¡Cómo desearía que él estuviera allí! Lo habría acariciado con la punta de la lengua, lento y largamente.Introduce un dedo y una primera sacudida de placer la invade. ¿Y si la penetrara con ternura? Sentiría su polla entrando y saliendo, la polla de ese hombre entrando donde nadie se ha aventurado en mucho tiempo. Le haría el amor… Una segunda sacudida de placer. Silvia no había sentido tanto en mucho tiempo. Jadea, y se sigue acariciando. ¿Cómo será su polla? Todos sus músculos se empiezan a tensar. Con mucha fuerza. Demasiada. Explota, agotada. Mientras intenta recuperar el aliento, se dice a ella misma que se siente bien. Muy bien. Y se queda dormida.

Continuará…

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