«Toda brujería procede de la lujuria carnal, que en las mujeres es insaciable».
Malleus Maleficarum
Las obras de restauración realizadas en 1999 en la Fonte Nuova o Fonte dell’Abondanza del Palazzo dell’Abondanze, ubicado en la ciudad medieval de Massa Marittima (Grosseto, Toscana), revelaron un mural escondido tras el yeso, que se ha convertido en una de las manifestaciones artístícas más controvertidas de esa etapa histórica. El fresco, de 6 m de ancho y 5 m de alto, datado en 1265, muestra un árbol del que cuelgan 25 falos (incluyendo el escroto) grandes y excitados, por los que pelean varias mujeres. Lo sorprendente no es la representación alegórica de un árbol con tan jugosa fruta, sino el hecho de que no sea la única.
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Albero della Fecondità
El fresco, que fue bautizado Árbol de la Fertilidad, ha generado un encarnizado debate sobre su simbolismo. Una de las teorías, defendidas por George Ferzoco, historiador del arte, es que constituye en un mensaje político, ya que aparece el águila gibelina, símbolo de Pisa y emblema del Sacro Imperio Romano Germánico; por lo que el mural sería una advertencia de los güelfos a los ciudadanos, sobre las situaciones perversas que se desatarían si los gibelinos llegaran al poder.
Por el contrario, Matthew Ryan Smith defiende que la representación del águila es posterior, por lo que es muy probable que este símbolo gibelino se añadiera por la facción güelfa, leal al papado y a la moralidad católica, como crítica a una escena tan erótica, ilustrada por los gibelinos.
¿Pero realmente es obscena? Según Matthew Ryan Smith no, pues aparece en un lugar público, una fuente que suministraba agua a toda la ciudad, y que fue anexada posteriormente a un almacén utilizado por los ciudadanos como un granero público, rebautizado como el Palazzo dell’Abbondanza, por lo que parece más bien una alegoría de la fertilidad.
¿Solo eso? De nuevo, no, ya que en el fresco también aparece la débil silueta de una serpiente (por lo que podría ser una alegoría del Árbol de la Vida bíblico) y un elemento cuyas raíces de hunden en el folclore medieval: las brujas y sus robos de falos.
El árbol de falos
En el artículo The Phallus Tree: A Medieval and Renaissance Phenomenon, publicado en 2010 en el Journal of Sexual Medicine, el historiador Johan J. Mattelaer explica que el árbol del falo fue un fenómeno bien conocido en Europa occidental durante la Baja Edad Media y el comienzo del Renacimiento (finales del siglo XIII y principios del XVI), como revelan algunas representaciones de este en manuscritos, tallas de madera, insignias de peregrinación o frescos hallados en Alemania, Italia, Bélgica, los Países Bajos, Turquía y Francia.
De entre todos ellos, además del mural Albero della Fecondità, también destaca un manuscrito Le Roman de la Rose, extenso poema alegórico (casi 22.000 versos) de Guillaume de Lorris y Juen de Meun. El ejemplar, atesorado por la Biblioteca Nacional de Francia, es famoso por las ilustraciones eróticas (que muchas veces nada tienen que ver con el texto al que acompañan) realizadas por el matrimonio formado por Richard y Jean de Montbaston, como la que se encuentra en la página 106v: monjas recolectando penes de un árbol.
En cuanto al simbolismo de los árboles de falos, Mattelaer concluyó que en la mayoría de los casos, parece asociado a la infertilidad, a la impotencia y a la brujería (algo parecido a los amarres y hechizos que aún hoy en día se practican en Latinoamérica), ejemplificado a la perfección en el Malleus Maleficarum.
El Malleus Maleficarum
El Malleus Maleficarum (Martillo de las Brujas) es uno de los tratados más relevantes sobre las artes mágicas de las brujas y la necesidad de perseguirlas y exterminarlas. Escrito y compilado en 1487 por los monjes dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, este libro infame provocó y justificó la caza de brujas que se extendió por toda Europa desde su publicación hasta 1657, cuando el Papa Gregorio XV prohibió oficialmente las persecuciones y procesos contra las mujeres acusadas de brujería, en la bula Pro formandis.
Profundamente misógino, el Malleus Maleficarum toma como fuentes distintas creencias y prácticas existentes en el folclore y la cultura popular, dándolas por reales, y referencias de la Biblia y de obras de autores como Aristóteles, Agustín de Hipona y Tomás de Aquino para respaldar la existencia real de la brujería femenina y el peligro que encerraba su deseo sexual (origen del pecado original).
En su ensayo The Flying Phallus and the Laughing Inquisitor: Penis Theft in the Malleus Maleficarum, Moira Smith, experta en folclore, explica que en el tratado de Heinrich Kramer y Jacob Sprenger hay numerosas referencias al deseo sexual femenino, concebido como el germen del mal: «Muchos de los crímenes atribuidos a las brujas estaban relacionados con la sexualidad: cópula con demonios íncubos, práctica de abortos, capacidad para provocar esterilidad y partos de mortinatos y también para impedir las relaciones sexuales entre maridos y mujeres. De acuerdo con Kramer, este último maleficio podía tomar muchas formas, incluyendo causar al hombre impotencia o remover mágicamente su pene».
Este poder mágico de las brujas de causar la impotencia masculina ocultando los penes de sus víctimas con artes mágicas o, literalmente, arrancándolos del cuerpo para encerrarlos en jaulas o en nidos en los árboles, aparece hasta en tres ocasiones en el Malleus Maleficarum:
«¿Y qué podemos pensar entonces de las brujas que reúnen, a veces, órganos masculinos en grandes cantidades, en ocasiones veinte o treinta miembros, y los ponen en un nido de aves, o los encierran en una jaula, donde se mueven como miembros vivos, y comen avena y trigo, como lo vieron muchos y es cosa de información común? Hay que decir que todo ello lo hace la obra del demonio y la ilusión. Pues los sentidos de quienes los ven se engañan en la forma en que dijimos. Porque cierto hombre dice que, cuando perdió su miembro, se acercó a una conocida bruja para pedirle que se lo devolviera. Ella le dijo al hombre lesionado que se trepase a cierto árbol, y que podía tomar el que le agradara de un nido en el cual había varios miembros. Y cuando trató de tomar uno grande, la bruja dijo: no debes tomar ese, y agregó que pertenecía a un sacerdote de la parroquia».
Mujeres que robaban penes y los mantenían encerrados en jaulas o en nidos, alimentándolos con grano como a pájaros…. podría ser la graciosa fantasía de un viejo al que algunos de sus coetáneos consideraban senil, si no fuera porque justificó la caza, tortura y muerte de millones de víctimas, cuyo único pecado fue ser mujeres.