Historias de amor

Amor feliz: Blake Lively y Ryan Reynolds – Historias de amor

En Navidad parece que todos los amores son felices. Que las peleas que hemos tendido durante todo el año han quedado atrás y que, aunque sea por unos días, si las familias políticas lo permiten, vivimos en el escenario de una película romántica, llena de luces de colores, dulces caseros y canciones de Frank Sinatra.

Sin embargo, lo que para algunas personas es solo una pose que dura dos semanas al año, hay parejas que realmente personifican la felicidad durante todo el año. Precisamente porque son aquellas que, lejos de mostrar una pose de lo que debe ser romántico, son las que se dedican a ser ellos mismos.

Es el caso de Blake Lively y Ryan Reynolds. Son guapos, ricos y famosos y podrían ser la imagen de la perfecta apariencia, pero si su relación ha resultado ser un ejemplo de felicidad, es precisamente porque se dedican a hacer todo lo contrario.

Historias de amor

Amor feliz

Amor feliz: el que lo es sin aparentarlo

Cuando buscamos titulares de la que definitivamente es la pareja —y la familia— de moda, además de las fotos de rigor en la alfombra roja, encontramos titulares de historias mucho más divertidas.

Porque si bien las revistas intentan seguir mostrando la parte más superficial de su vida, ellos han decidido usar las redes sociales para mostrar su realidad más divertida. Así, lejos de subir fotos posando, se dedican a usar sus cuentas para gastarse bromas pesadas el uno al otro. Esta misma navidad, en vez de ofrecer la foto del menú perfecto, como hacen otros famosos y que seguramente otros tomaron en su lugar, Blake Lively subía una foto del desastre de intento de galletas navideñas que había tratado de hacer su marido. No sabemos si ha conseguido que sea la foto con más corazones en Instagram del año, pero seguro que es una de la que ha provocado más sonrisas. Y es que a veces la felicidad de los demás tiene un efecto de contagio.

El juego empezó en el 30º cumpleaños de la actriz, cuando su marido la felicitó subiendo una fotografía de ambos en la que ella salía cortada por la mitad. A modo de respuesta, Blake, para el cumpleaños de Ryan, subía una foto de su marido junto a Ryan Gosling, cortando a Reynolds por la mitad. Este solo era un ejemplo de las bromas que, de hecho, él suele hacer habitualmente por las redes, narrando los aspectos más divertidos de su convivencia y de su vida como padres.

Amor feliz: lo perfecto de ser imperfectos

Quizás esa sea la clave del éxito. Aceptar que el amor no puede ser, como pretendemos los comunes mortales en nuestras propias redes sociales, un amor de pasarela en el que todo se muestra a través de filtros, para evitar mostrar las imperfecciones.

Cuando nos preguntan por nuestra persona ideal, solemos enumerar una serie de virtudes. Que sea inteligente, culto, atractivo y, por supuesto, buen amante. Como si fuera una lista de la compra de lo que creemos que debe ser la persona perfecta. Pero pronto descubrimos que esa persona ni existe ni se la espera.

No nos han enseñado a enamorarnos de las imperfecciones del otro. A entender que no todo siempre será bonito ni fácil, ni siquiera que siempre será feliz; que habrá cosas que no nos gusten, que incluso odiemos y que tenemos dos opciones: agobiarnos y desistir o reírnos de todo y buscarle el lado positivo para seguir adelante.

Quizás por eso Blake Lively y Ryan Reynolds son la nueva pareja de moda, porque, al menos desde fuera, parecen perfectamente imperfectos, y eso nos identifica más que las parejas de anuncios de perfume que vemos hasta la saciedad en estas fiestas.

Amor feliz: el que no sale en los cuentos de hadas

Si algo hemos aprendido de los amores de Hollywood es que los amores de los famosos no son precisamente un cuento de hadas. Que las historias perfectas que nos cuentan las películas, están lejos de parecerse a la vida real de las personas que interpretan a esos personajes.

Historias de desamor, amores turbulentos, pérdidas, amores que tenían que permanecer escondidos, y en definitiva, amores que demuestran que el “y fueron felices para siempre” no es tan sencillo.

La ficción nos ha vendido esas historias de chico conoce a chica y se enamoran a primera vista o las de príncipe conoce a princesa y deciden casarse sin conocerse apenas, que realmente tienen algo que ver con el enamoramiento, pero muy poco con lo que realmente es una relación sentimental entre dos personas.

Porque el amor no es solo ese momento de enajenación mental pasajero, sino que es algo que ha de pelearse y cultivarse con mimo. Algo que puede aparecer como por arte de magia, pero que solo permanece si se trabaja de la forma más rutinaria.

Por suerte, hay quien sabe mirar más allá y no quedarse en la simple apariencia, aprendiendo entonces que tras los escaparates siempre hay una trastienda. Y quien muestra la misma sin miedo es quien acaba triunfando en esto del juego del amor.

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