Sexo

¿Quién se atreve a admitir que es voyeur? El Voyeurismo por D. Luv

Hay algo fascinante en mirar lo prohibido. La aparición de los dos rombos, el aviso de que las siguientes escenas van a herir tu sensibilidad o la puerta entreabierta tras la que escuchas jadeos… Todos disparan un mecanismo que (casi) involuntariamente paraliza tus ojos. No puedes dejar de mirar.

Hay algo fascinante en lo prohibido. Hay morbo. Y esa sensación de cruzar líneas, de transgredir, de ocultar, es altamente adictiva.

De adicciones, de situaciones morbosas, de pensamientos ocultos y de perversiones va esta historia. O historias. La mía, las vuestras. Porque ¿quién se atreve a admitir que es voyeur? Y en el fondo ¿quién no lo es?

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El voyeurismo: una ficción muy real

Elegí un nombre casi ridículo, «Luv» (expresión fonética de «love» empleado de manera poco ortodoxa), en recuerdo de aquellas veces que, al pasear por la calle, escuchaba esas palabras obscenas y ensalivadas:

«¡Grrrr luuuuvv, te daba un buen revolcón…! Me encantaba provocar, lo buscaba. Vestía como una prostituta, pero no lo era. No necesitaba cobrar para follar, lo hacía porque me encantaba hacerlo, y que me miraran, sentir sus ojos y sus miembros dentro de mí. Me sentía poderosa, protagonista de mi propia peli porno. Era feliz. Hasta que mi fama se extendió, llegó a oídos de mi familia y me encerraron. Ahí empezó todo. Me aislaron por ninfómana. Pero no lo era, yo disfrutaba del sexo, mucho. Y en aquel sitio correctivo lo descubrí. Había un mundo mucho más amplio que el metesaca acompañado de las miradas voyeur en mis improvisados gang bang. En ese hospital conocí que la psique humana es capaz de generar multitud de perversiones, tantas como aquellos desquiciados locos que me crucé esos años. Y lo más maravilloso de todo es que me enamoré de cada uno de ellos, practiqué su retorcida sexualidad y, tal y como le ocurrió a Spiderman cuando le mordió la araña, entendí sus filias y las convertí en las mías. Me convertí en su heroína, en una súper pervertida. En Luv. O D. Luv (el falso título de doctora me lo otorgaron tras constatar que mi presencia les ayudaba a sentirse mejor. El sexo es sanador, el amor, también). Asumí el papel, me parecía lógico en aquel sitio donde la razón se escapaba por cualquier rendija. D.Luv: especialista en sexualidad no convencional. Nada convencional».

Por sexualidad no convencional entendemos lo que no se considera «normal» y, para no entrar en debates infinitos sobre esta definición, lo acotamos en el acto sexual de una pareja heterosexual, basado principalmente en el coito. La sexualidad no convencional es la que desborda imaginación, juegos, experimentación, personas…de manera consensuada y consentida. Y dentro de este abanico de posibilidades vamos a conocer, entender y visibilizar las filias que forman parte del órgano sexual más poderoso que tenemos: la mente.

«En el hospital no se podía tener sexo. Pero yo era una mujer muy persuasiva y todos y cada uno de los guardias de seguridad pasaban por alto esta prohibición, con tal de mirar.

No fue nada, nada difícil. El primer paciente con el que pude conversar, tras los tres primeros días de aislamiento, padecía algún tipo de esquizofrenia. Hablaba mucho de insectos, de cómo entraban por su ropa y orificios. Me señalaba el paquete, horrorizado. Le dije que le ayudaría a limpiarle mientras le cogía de la mano en dirección al lavabo. Inmediatamente un guardia se dirigió a nosotros. Sin soltarme del loco, me acerqué al oído del guardia y le susurré:

–Solo voy a demostrarle que no le están devorando sus partes, ¡pobrecito!, imagínate lo que debe ser sentir eso. Si no me crees, puedes venir a verlo.

Vi el resplandor en sus ojos, idéntico en cada mirada. No debo, no debo, no debo…mientras asentía nervioso.

Al llegar a los lavabos me coloqué delante del espejo. El loco nos miraba a los dos, el guardia, tras la puerta entreabierta, también.

Bajé el pantalón de tela, despacio, examiné sus piernas con mis manos.

–¿Ves?, no hay nada.

–Sí, sí, una araña está entrando en mis calzones –casi gritaba.

Los bajé de un tirón. No me sorprendió encontrarme una preciosa erección.

Toqué por todos los sitios, mientras sentía mi humedad resbalar por las piernas.

–No hay nada. Pero podemos aprovechar esto –dije mientras entendí la saliva resbalando la comisura de su boca como un sí. Le hundí dentro de mí.

Cuando se corrió miré a los ojos del guardia, quién desde ese día no dejó de espiarme en ningún momento, ni siquiera mientras dormía».

¿Hablas de tu voyeurismo? 

El voyeurismo  es la conducta o comportamiento sexual que consiste en buscar placer sexual en la observación de otras personas en situaciones eróticas. Siendo una de las filias más comunes y reconocidas en la intimidad, no se habla de ella. En general, se habla poco de cualquier conducta sexual que parezca desviarse de lo políticamente correcto.

Sin intención de erradicar el morbo de lo prohibido o la excitación de las miradas indiscretas, considero de gran importancia ser capaz de afirmarlo: sí, soy voyeur, sin duda. ¿Quién no?

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