There was a young lady of Gaza,
Who shaved her cunt clean with a razor;
The crabs in a lump
Made tracks to her rump,
Which proceeding did greatly amaze her
Nursery Rhymes
Vaya, pobrecita la joven dama de Gaza, que tuvo que rasurarse el chocho porque las ladillas echaban carreras a su trasero… seguro que tuvo que usar un merkin durante un tiempo. ¿Picarían a sus amantes como le pasó a Eveready Harton, el protagonista de Buried Treasure (primer corto animado pornográfico de la historia), en aquella isla no-tan-desierta?
¿Y qué me decís del sacerdote de Siberia que se cansaba al follar? ¿Y del anciano de Sark que enculaba cerdos? No sé vosotros, pero no se parecen mucho a las canciones infantiles (nursery rhymes) que cantaba en el colegio de monjas, aunque ¡qué podíamos esperar si se publicaron en una de las revistas pornográficas más satíricas de todos los tiempos! ¡Y en la época victoriana! Para que luego digan que los ingleses son fríos y estirados.
La Perla
Colección de lecturas sicalípticas, sarcásticas y voluptuosas
En julio de 1879, apareció en Oxford el primer número de The Pearl: A Magazine of Facetiae and Voluptuous Reading, una revista pornográfica mensual, editada por the Society of Vice (La Sociedad del Vicio), con domicilio en Callejón del Capullo, Londres, E. C. (no lo busquéis en Google maps), que parodiaba revistas de la época en las que se daban consejos para que las mujeres encajaran en la sociedad victoriana, como Englishwoman’s Domestic Magazine (1852-1879), que además de poemas, relatos y consejos sobre moda, incluía cartas al director (de hombres, of course), ensalzando, por ejemplo, los «valores» la flagelación.
The Pearl: A Magazine of Facetiae and Voluptuous Reading, que se distribuía por correo a un precio alto para la economía de la época, incluía tres relatos pornográficos por entregas (dedicados al sexo en la alta sociedad, el incesto y el spank, respectivamente), cuentos, canciones, poemas, limericks, parodias, anuncios falsos y cartas al director inventadas, así como artículos críticos, satíricos y mordaces sobre temas políticos de la actualidad victoriana (como las Contagious Diseases Acts, para el control de las enfermedades venéreas) o figuras públicas, como Charles Spurgeon (pastor bautista inglés, conocido como el «Príncipe de los Predicadores» o Edmund Burke (Padre del conservadurismo británico).
El equipo de The Pearl: A Magazine of Facetiae and Voluptuous Reading la autoproclamó como «la única revista erótica para todos los gustos». Sin duda, lo era, pues no se limitaba (como su sucesora, The Oyster) al público heterosexual, sino que incluía todas las orientaciones sexuales (incluida la homosexualidad, ilegal incluso entre la intimidad) y todas las prácticas y fetiches imaginables: orgías, juguetes sexuales, mamadas, sexo anal, spank, bondage, desfloraciones de vírgenes, crucifixiones, zoofilia, incesto… se sucedieron en sus 18 números mensuales regulares, y dos anuales suplementarios, para alborozo de sus consumidores,
Dentro de ese contenido pornográfico, sobresalían los relatos seriados que, con títulos tan sugerentes como La rosa del amor o las aventuras de un caballero en busca del placer, Bajo las sombras o La diversión entre las bobas, Un José negro…, narraban los juegos sexuales de sus personajes (nobles, políticos, esclavistas, dominatrix, miembros de sociedades sexuales secretas y propietarios de harenes) con todo lujo de detalles.
De entre todas las historias, destaca por su perversidad Lady Pokingham; or They All Do It (Lady Pokingham o Todas hacen eso), las supuestas memorias eróticas de una dama o (como aclaraba la revista) el «Relato de sus aventuras lujuriosas antes y después de su matrimonio con Lord Crim-Con».
«Me llevó hasta un sofá y le metí el carajo de goma en el coño que ya se le corría de gusto. Su culo en conjunción con mis movimientos se enfrentaba a cada nuevo empuje de la picha, mientras yo sentía los agudos azotes del abedul, que Corisande nos aplicaba alternadamente a Beatrice y a mí.
Era algo tremendamente delicioso, yo respondía con todo mi ardor a las ardientes caricias de Lady Bertha, que me tenía bien cogida por las nalgas, mientras con dos dedos de la mano derecha me sobaba tanto el culo como el coño al mismo tiempo».
También destaca por su depravación y sadismo la novela corta Letters to a Lady Friend or Miss Coote’s Confession (La confesión de Miss Coote o Las voluptuosas experiencias de una solterona), en la que la protagonista confiesa a su amiga el relato de su «afición a la vara», a través de una serie de cartas. Incesto, castigos corporales, salas de tortura (con instrumentos como «sogas, cepos, poleas y un poste para los azotes») esclavismo y abusos a menores, en una historia infame que, evidentemente, no fue escrita por una mujer bajo el seudónimo de Miss Coote, sino por un hombre sádico, para justificar un BDSM carente de sus tres reglas inquebrantables: sexo sano, seguro y consensuado.
¿Por qué The Pearl?
El editor de The Pearl: A Magazine of Facetiae and Voluptuous Reading aclaró en su primer número el motivo de la elección del nombre de la revista, en este artículo titulado «Una excusa por nuestro nombre»:
«Tras decidir publicar esta revista, el editor se devanó los sesos buscando un nombre adecuado para bautizar la publicación. Los amigos, en general, son bastante inútiles en una emergencia de este tipo; me sugirieron todo tipo de nombres imposibles, de los cuales entresaco los siguientes como ejemplo: Hechos y Fantasías, Las Calentorras, El Círculo circular, Las Maldiciones mensuales, Para el diablo y los placeres y El fantasma del castillo. Los dos primeros ejercieron una gran atención sobre mí, pero al final, nuestras propias ideas dieron con el modesto y pequeño título de La Perla, como el más adecuado, especialmente en la confianza de que cuando caiga bajo las narices de los cerdos morales e hipócritas de este mundo no puedan aplastarla con sus patas y quieran matar al editor, sino más bien les deseo que, gracias al nombre y sigilosamente, varios de ellos se vuelvan suscriptores de la revista.
A gente tan dispuesta a enseñar sus lacras al mundo, para animarles les digo que con tal de que guarden las apariencias yendo a la iglesia a menudo, dando limosnas para obras de caridad y siempre apareciendo como profundamente interesados en la filantropía moral, se asegurarán un carácter altamente respetable y muy moral, y además, si son lo bastante inteligentes como para no ser descubiertos, podrán sub rosa estudiar y gozar de la filosofía de la vida, hasta el final de sus días, y ganarán un epitafio santo y glorioso sobre su tumba, cuando por fin el diablo se los joda a todos».
Toda una declaración de principios que, sin embargo, no pudo evitar que el diablo (en forma de autoridades británicas) les jodiera a ellos y cerrara The Pearl en 1881, por violar las leyes contra la obscenidad. La clausura no impidió a William Lazenby (editor real de la publicación pornográfica) continuar su legado en Inglaterra con las revistas The Oyster, The Boudoir y The Cremorne, pero sí
The Post Office (Protection) Act (1884), que estableció la prohibición del envío por correo de materiales considerados indecentes u obscenos, con sanciones que incluían la confiscación del material y penas que incluían prisión). « Los cerdos morales e hipócritas» se salieron con la suya… mas solo en parte, pues Lazenby, sus socios y otros editores de erótica (como Harry Sidney Nichols, Edward Avery o Charles Carrington) se mudaron a París y siguieron distribuyendo sus publicaciones pornográficas a Reino Unido, bajo seudónimo y mediante intermediarios.
La Perla, de Ediciones El Polen
Casi un siglo después (1978), Ediciones El Polen tradujo y publicó los 18 números mensuales regulares y los dos anuales suplementarios de The Pearl, bajo el título La Perla. Colección de lecturas sicalípticas, sarcásticas y voluptuosas, con una clara advertencia en la portada, de la que carecía la obra original: «El contenido de estas obras puede ofender la sensibilidad de ciertas personas».
La publicación quincenal, que se vendía por 60 pesetas (unos 6 € de los de ahora), no solo respetaba los textos originales en edición integra y su naturaleza serializada, también incluía material gráfico, como litografías Shunga , ilustraciones realizadas por grandes maestros del arte erótico (como Franz von Bayros, Giulio Romano, Martin Van Maële, Édouard-Henri Avril, Thomas Rowlandson o Peter Schem) y fotografías de desnudos de las décadas de 1920 y 1930.
Como es natural, La Perla. Colección de lecturas sicalípticas, sarcásticas y voluptuosas causó un escándalo entre los nostálgicos del régimen franquista; pero a pesar de sus soflamas no pudieron impedir que la revista se vendiera como churros, en una sociedad que se sacudía la represión sexual de la Dictadura a golpe de revistas como Lib o de las películas del cine de destape.
Aunque se ha reeditado a lo largo de los años, en la actualidad, la única manera de disfrutar de La Perla. Colección de lecturas sicalípticas, sarcásticas y voluptuosas (y la original en inglés) es adquiriéndola en el mercado de segunda mano o leyéndola en webs como esta.
¡Ya me diréis que os parece!
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