Novelas eróticas

Biografía de una pregunta – Fragmento de Diario de una mujer pública

Nota del editor de Volonté: Tal y como hice en la publicación del extracto de Sabré cada uno de tus secretos, de la misma autora, pongo en aviso de la audiencia que este nuevo fragmento también puede herir sensibilidades. Sobre todo, aquellas sensibilidades en las que prevalece el ajusticiamiento de la literalidad de las palabras, ante el sentido/interpretación de la historia.

«La gente no soporta un discurso honesto»
Michel Houllebecq
«¿Hay en el ser humano algún placer fuera de la obscenidad?»
Catherine Millet
«Una solo se escribe a sí misma»
Valérie Tasso

Sinopsis

Después del éxito mundial de Diario de una ninfómana, Valérie se embarca en un viaje sensual, peligroso y excitante por la cara más secreta y morbosa del mundo de los famosos, la televisión y las altas esferas de la política.

Con el estilo directo y desinhibido que la caracteriza, Valérie relata sus vivencias sin perder de vista su personal y abierta relación con el sexo y la literatura. Esta aventura la llevará a cruzar límites nunca antes traspasados.

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Nota sobre derechos de autor y publicación: este extracto ha sido escogido y autorizado para su publicación online por la autora y su editorial (Plaza & Janés) para Volonté, el blog de LELO.

Novelas eróticas

Biografía de una pregunta

Un día yo tuve una pregunta.

Allí, en un cajón secreto, cerca de la pequeña cómoda de madera, me sacaron de entre las bragas y los tramposos sostenes Wonderbra push-up de mi madre.

El sexo, primer interrogante. Romper mi himen y colorear, como hacen los niños, el dibujo de mi nombre.

La primera vez sentí que mi piel se desprendía de mis huesos. Pensé que había algo esencial en esa interacción íntima y que había encontrado algo que quizá daría cierto sentido a una existencia que podía llegar a ser más o menos interesante, pero que no me daría una respuesta sobre lo realmente importante de la condición humana.

Mientras mi coño era el centro de atención, mi ombligo se retraía en su pequeño agujero. Hacia dentro. Siempre hacia dentro. El verdadero centro de gravedad del «Yo» era mi coño.

El sentido, segundo interrogante. Hinchar mi vientre. En la trastienda del placer, donde se acumulan los trastos viejos, la perpetuidad. Una permanencia rota, una permanencia irreal.

Jaime, el maltratador con quien viví y que me dejó tirada en la calle, entró, como un clavo, en la pared que edificó mi cuerpo. Su pene violáceo se agitaba de placer. Yo apretaba mis manos de futura mamá contra sus nalgas.

Recordé que me había dejado puestas las bragas, condimentadas con su secreción transparente y un poco espesa. Mejor espesa; para asegurar la estirpe, como hacen todos.

Más tarde quise impartir conocimientos al sexo, en contra de lo que indican las apariencias. Fui una muñeca desarticulada en manos desconocidas. Una puta.

Generosa en mi arquitectura que, a pesar de todo, percibía inmaculada, recibía a otros, con el vello púbico depilado, bien o mal, en bañeras de mármol, en jacuzzis verticales decorados de azulejos carísimos.

Fui una almohada embestida sin compasión por desconocidos.

Mis sentimientos eran contradictorios: detestaba a los clientes pero amaba sus discretos aires de júbilo, estrangulados por unos labios que recorrían cuestas y pendientes, al saber que disponían de alguien con quien follar a sus anchas.

Sentí asco ante ese ganado cebado. Sentí alegría ante esas carteras cebadas.

Encima de mí, los tipos goteaban. Abrirles en canal me habría ensuciado. ¿Y hacia quién habría dirigido mi odio entonces? Así que me abrí yo.

Les paladeé y digerí. Parecía incapaz de hacerlo pero lo hice. Y no fue difícil. Hasta me gustó… muchas veces.

El roce amoroso ya ha vivido lo que le toca vivir.

Bajo las barrigas espesas, descolgadas, trabajadas y sudorosas, aprendí a sentirme como una pluma: ligera y amoral.

Más adelante, el sexo buscó casa en el pensamiento. Y habitó en mí. Las prisiones se me quedaron pequeñas, las mordazas me sirvieron para otra cosa. Entre un episodio y otro, lo anoté. Lo anoté en un diario: Diario de una ninfómana.

Ahora, recuerdo que un día yo tuve una pregunta.

Suda. Se enlaza. He hecho desaparecer a Giovanni, el cliente que un día pagó por acostarse conmigo y del que me enamoré; dejé el prostíbulo pero me quedé con él… un tiempo, un buen tiempo. He hecho desaparecer a Giovanni, no sin lágrimas. Pero Jorge apareció. Regresa una y otra vez, el día en que se come a todos los demás, el día en que todos los que fueron dejaron de ser.

Se levanta esquivando pilas de libros. Esquivando cosas, miles de cosas.

Brindamos, con un vaso corto, de orina fresca.

El tiempo, hilos cosidos de dolores incurables. El sexo, el tiempo de una pregunta.

Un día, yo tuve una pregunta. Y escribí un diario. Para conocerme mejor.

Ahora, la respuesta es mía.

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