Relatos eróticos

«I told you» (1): La profesora – Relato lésbico

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«I told you» (1): La profesora

El inconfundible sonido de mis tacones de aguja resonaba por toda la escuela de idiomas. Era constante, rítmico, y siempre me hacía sentir empoderada; los utilizaba de forma estratégica cuando quería transmitir distancia. El repiqueteo tan solo cesó cuando llegué al despacho A14 y leí el rótulo: «Charlotte Hughes: jefa de estudios». Aunque a su cargo le faltaba su tarea principal: dar clases de inglés. Tomé una bocanada de aire para calmar los nervios y golpeé la puerta.

Come in!

Ante la invitación, agarré el picaporte y abrí. Detrás del escritorio, una rubia de ojos azules que rondaba la treintena seguía escribiendo en un cuaderno. Llevaba una camiseta blanca de satén y su mano izquierda serpenteaba en el papel adornada con varios anillos dorados. Al fin, levantó la vista y procuré esconder cualquier atisbo de sonrisa.

—Señorita Hughes —la saludé.

—Señora Ayala, bienvenida. —En su acento se adivinaba que, aunque intentase ocultarlo, no era de aquí—. La esperaba más temprano. —Hizo un gesto para que tomara asiento frente a ella.

A pesar de la mesa que nos separaba, pude oler el aroma de su perfume. Era dulce y me recordaba a uno de esos rollitos de canela que me permitía comer de vez en cuando. Tan de vez en cuando que prácticamente coincidía con las veces que iba a visitar a la profesora de inglés.

—Me ha sido imposible escaparme antes del despacho.

—No se preocupe, sabe que los miércoles me quedo hasta tarde —susurró a media voz.

Conectó su mirada con la mía y sentí que sus ojos me abrasaban por dentro. ¿Cómo podían dos esferas de hielo derretirme de aquel modo? Tal vez no era el color ni la forma, sino el modo en el que me observaba. Con genuino interés, admiración e incluso… adoración. El propio silencio en el que estábamos sumidas, ya demasiado largo, me trajo de vuelta a la realidad y aparté la vista para poder formular mi pregunta sin distracciones:

—¿Entonces cómo lo lleva Clara este trimestre?

—Como sabe, es muy trabajadora y su nivel de inglés es superior al del resto de los niños de diez años. Es evidente que practica en casa, tal vez con usted…

—Algunos días —confesé, hice una pausa breve y añadí—: De algo tenía que servir que me pasara todo un curso viniendo a sus clases nocturnas de perfeccionamiento para adultos, ¿no le parece?

Of course. Usted era una alumna muy aplicada, lo recuerdo. Siempre se quedaba después de las clases para resolver sus dudas en mis tutorías individuales…

Ambas sabíamos que, de pronto, aquella conversación ya no iba sobre mi hija y, aunque sentía que todo iba demasiado rápido, aquel camino me atraía más. Había intentado acallar a mi cuerpo desde que había entrado en el despacho: ignoraba mis nervios, mis latidos frenéticos, aquel ardor que nacía en mi entrepierna… Conocía muy bien aquella sensación. Y precisamente por ello sabía que tratar de controlarla era tiempo perdido. Deseaba entregarme a ella, dejar de fingir. Sentir su cuerpo bajo mis manos.

—¿Sabe qué? Ahora que lo dice, precisamente estoy teniendo algunas dudas relacionadas con… el vocabulario del cuerpo. —Me detuve para observar su reacción. Primero fue de sorpresa, luego se volvió divertida—. Sé que es muy básico, pero es lo que sucede cuando una no lo usa nunca.

La mirada de Charlotte se tornó más dura y ladeó la cabeza con una sonrisa ladina que lograba desarmarme. Los nervios se diluyeron en mi excitación y dejé que mi cuerpo, mi deseo, tomaran las riendas de la situación. Le devolví la sonrisa con otra, mirándola intensamente.

—Creo que tengo un libro perfecto para eso. ¿Me permite?

La profesora esperó a que asintiera para levantarse y se levantó de la silla. Caminó despacio hacia uno de los laterales de la mesa, luego se estiró para alcanzar un ejemplar que estaba en uno de los estantes superiores del mueble que había. Me fijé entonces en la falda lápiz que llevaba, con un entramado blanco y negro. La prenda limitaba sus movimientos mientras trataba de dar con el libro a tientas. Sin pensármelo dos veces, me puse en pie y me coloqué tras de ella. Cerca, muy muy cerca. Sentí su trasero contra mi pubis, su espalda contra mis senos. Coloqué las manos en su cintura y las bajé despacio por sus caderas. Dejé que se extraviaran allí un momento, mientras ella liberaba un suspiro.

—¿Ves? No sabemos hacer esto… —dijo, girando el rostro hacia mí.

—Sí sabemos, Charlotte, pero no podemos —Mi voz sonaba ronca, reflejo de lo difícil que estaba siendo para mí mantenerme en mi papel—. Eres preciosa. —Lo susurré contra la piel de su nuca tras apartar su pelo para tener vía libre. Olía exactamente como recordaba.

Tener un lío con mi antigua profesora de inglés y actual profesora de mi hija había sido sorprendente,  inevitable… y muy placentero. Charlotte era sexy, amable, inteligente y tenía un punto tímido que me volvió loca desde la primera vez que la vi en las clases para adultos. Ahora que nos conocíamos lo suficiente, el rubor y los balbuceos habían desaparecido, por eso jugar a ser casi desconocidas me resultaba tan excitante. Aquel reto había sido cosa de las dos, como la apuesta: ¿seríamos capaces de fingir que no nos conocíamos apenas? Yo creía que sí, ella estaba segura de que no podríamos vencer las ganas de sentir nuestros cuerpos desde el principio.

Ya puedes leer el desenlace aquí: «I told you» (2): La profesora – Relato lésbico

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