La alumna y la profesora (III): El test del arnés – Relato lésbico

Ya sabes lo que es el pegging, pero no puedes imaginarte el final de esta apasionada historia de la alumna y su profesora.

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La alumna y la profesora (III): El test del arnés

―No te vayas.

―Vengo enseguida ―dijo la profesora―. Prepárate para que te folle bien fuerte, te haré pagar por lo de antes.

Si Lena hablaba sucio, ella también lo haría. Claire se mantuvo en silencio y esperó una respuesta que nunca llegó. Trasteó en el baño y, cuando regresó, pudo notar una sombra de miedo en los ojos de su alumna. Se había quedado inmóvil, con la vista clavada en el arnés que acababa de ponerse. La vio humedecerse los labios y dejó caer la espalda en las sábanas. La madura se acercó a la cama, tomó sus tobillos y tiró de ellos para que quedara justo en el borde. Se inclinó levemente para besar a su alumna, que le devolvió el beso feroz. Aprovechó para tomar la parte inferior de su biquini y bajarla por sus largas piernas, y se apartó para observarla.

Había imaginado su cuerpo desnudo en numerosas ocasiones, pero aquellas fantasías no le hacían justicia. Lo que no había tenido en cuenta todas esas veces era su respiración acelerada, sus mejillas sonrojadas y el sexo húmedo y abierto, a su disposición. Por fin escapó de sus pensamientos y la fascinación, tomó el dildo y estimuló la intimidad de la chica con la punta. Lo paseó por toda la zona, humedeciéndolo.

―Espera ―la detuvo su alumna, y se echó un poco hacia atrás.

Claire la miró sorprendida y volvió a agarrarla de los tobillos y tirar de ella. Su repentina inseguridad solo había conseguido excitarla todavía más. Hasta podía sentir las correas del arnés empapadas con cada uno de sus movimientos. Alargó su mano libre y acarició sus pechos con suavidad, en un intento por tranquilizarla. Le iba a gustar, lo sabía, pero también entendía su reticencia.

―Te dije que habría consecuencias, West.

La alumna asintió. Claire pellizcó su pezón arrancándole un gemido ronco y posicionó el dildo en su entrada. ¿Debía embestir con un golpe rápido y seco o sería mejor hacerlo con tortuosa lentitud? Lo meditó durante unos segundos, en los que Lena se mantuvo en silencio, y se puso en marcha. Acercó lo máximo posible el cuerpo de la morena al borde de la cama y le separó más las piernas. Estaba lista para ella y su sexo brillaba por la humedad. Comenzó a introducir el dildo en su interior, poco a poco, ayudándose de la mano y se sorprendió al notarla tan estrecha. A pesar de ello, resbalaba con facilidad. La embestida rápida y seca quedaba descartada, de manera que siguió entrando en ella sin prisa.

Lena se aferró a las sábanas con fuerza y cerró los ojos, mientras se mordía el labio. Su rostro estaba teñido por un ligero rubor y una mueca que Claire no supo cómo interpretar. Se quedó inmóvil en su interior y contó hasta cinco. Entonces, retrocedió un poco y volvió a penetrarla hasta el fondo. Hizo lo mismo, una y otra vez, aumentando la velocidad con la que entraba y salía, del todo ajena a los gimoteos de la morena.

La profesora estaba disfrutando de aquello: su espalda arqueada, sus piernas temblando, las perlas de sudor que comenzaban a aparecer en su piel… Por fin tenía control sobre su alumna. Se sentía poderosa y muy excitada. Además, ya no podía pasar por alto los gemidos que se escapaban de los labios de Lena: eran salvajes, desvergonzados, primitivos. Cada vez más altos y seguidos, así fue como supo que estaba cerca del orgasmo. La embistió más rápido y más hondo, si cabía, hasta que la chica se retorció y soltó el chillido definitivo. Comenzó a hiperventilar, mientras la profesora ralentizaba el ritmo de sus movimientos, hasta que retiró el dildo por completo. Se acomodó sobre Lena y besó su mentón, dejando que se recuperara del clímax.

Se dejó caer a su lado para descansar un momento. El esfuerzo había sido extenuante y respiraba entrecortada. Llevó la mirada al dildo, y sintió una oleada de calor al descubrir un pequeño rastro de sangre sobre el preservativo que había colocado en el juguete. Miró a la morena, que seguía con los ojos cerrados, y se atrevió a preguntar:

―¿Eres virgen? ―Su voz sonaba recelosa y temía por su respuesta.

«La madre que te parió», se maldijo hacia sus adentros.

No solo se había follado a su alumna, más de veinte años menor que ella. Concretamente, se había follado a su alumna más de veinte años menor que ella y virgen. Lo que había comenzado como un juego se había tornado una experiencia que, con toda seguridad, ninguna de las dos olvidaría.

Claire podía jurar que su corazón latía a más de cien pulsaciones por minuto.

―Lo era ―confirmó, abriendo los ojos para conectar su mirada con la de la profesora.

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