Lesbianas

MIND FUCK: La historia de sexo de Andrea (VI) – Novela erótica de Karen Moan

Retomamos la espléndida novela de Karen Moan con un relato erótico tan intenso como el más pasional sexo lésbico, tan descarado como sus protagonistas.

Sinopsis del capítulo anterior: la esperanzadora irrupción de Mario en los talleres del Atelier culminó en un peculiar encuentro sexual. Pero, una vez más, abandonó el apartamento de Andrea despidiéndose de manera inesperada y con su habitual frialdad.

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Novelas eróticas

MIND FUCK: La historia de sexo de Andrea (VI)

—¿Te apetece jugar?

—No, hoy no Morna, estoy agotada.

Levanta una ceja sorprendida, se coloca detrás y me da un masaje en la nuca. Ronroneo, dejo que la presión alivie un cuello contracturado por la tensión de los últimos días. Estamos en el Volta, tomando la última, no puedo evitar mirar la mesa, vacía, donde vi a Mario por primera vez, y recuerdo con nitidez el paseo hacia el reservado, sus ojos siguiéndome, los míos mandando un mensaje:

«No me pierdas de vista, te va a gustar».

Al mover la cortina de terciopelo rojo mi cuerpo reaccionó, conocía esa pequeña habitación con decoración burlesque dedicada a transgredir. Dejé la cortina abierta para él, y presenció la escena de azotes prohibida…

—¿El de los tatoos? —la voz de Morna me devuelve al presente.

—Sí, no funciona, y no sale de mi cabeza.

—¿Por qué? No me parece tan interesante.

La miro y ahora soy yo quién levanta la ceja. A veces, Morna es muy lesbiana.

—Quiero decir que me parece una pérdida de tiempo relacionarse con un hombre fuera de nuestro ambiente —aclara.

—Lo sé, pensé que él era distinto, no sé por qué.

—Eso, y que a ti te encanta domesticar gatos callejeros —bromea.

—No, no me gusta si no hay pleno consentimiento. Cuando le conocí pasé mucho tiempo explicándole que no se trataba solo de un juego, sino de probar nuevas formas de relación, entender otras partes de tu cuerpo y escucharlas, sobre todo a tu mente.  Pero Mario se sentía atacado, en su ego.

Novela erótica—¿Ego en un hombre hetero impregnadito de patriarcado? ¿En serio? —sus manos presionan más fuerte según habla. Ella es muy endógama. Me retiro para evitar que me cause una contractura y me coloco frente a ella.

—No era un machista de serie, Morna —repliqué—. De hecho, dejó que dominara el juego desde que nos conocimos. Yo sentía y entendía su resistencia, no sé cuantas citas tuvimos sin penetración y sin control por su parte… Le jodí la mente, y no de la manera que quería…Cambiemos de asunto. Ya tenemos temática para la próxima fiesta: Alicia en el país de las maravillas.

—Me gusta, quiero ser la Reina de corazones.

—¡A sus órdenes! —respondo divertida ante su rapidez—. Ya lo había pensado. Lo serás y ningún invitado más lo sabrá. Tendrás que ser autoritaria, exigente, demandar que te obedezcan sin conocer tu rango. Caer mal. Si no te obedecen tendrán problemas, y estoy segura de que no querrán hacerlo. Por lo demás, el personaje es tuyo.

¿Dresscode?

—Aunque esté basado en el cuento, nos gustaría que os vistieseis de la manera más absurda posible. Nadie sabrá quién es quién, excepto por las posibles pistas de vuestro comportamiento.

—Humm, me estoy poniendo cachonda de pensarlo.

—Vives cachonda, Morna.

Morna es una de las personas más sexuales que conozco. Cada semana recibo una o dos llamadas suyas, entusiasmada con los nuevos juguetes que incorpora al catálogo de ropa fetish y, como organizadora de fiestas para mujeres, sus ideas tienen siempre el nivel de perversión adecuado. El activismo feminista y el sexo son sus pasiones, y suele mezclarlas.

—El mundo es un sitio demasiado serio, y además se acaba mañana —repite nuestro mantra con un guiño, mientras se acerca y sustituye la mano por sus labios rozando mis hombros—. No he conseguido quitarme la visión de tu coño bajo esa falda de cuadros —continúa—, eres una estudiante muy díscola, Andrea —Clava su pecho contra mi espalda—. Pero como estás cansada, dejaremos la última lección para otro día.

Se retira y se sienta de nuevo frente a mí. Mi cara de decepción le provoca una carcajada, fuerte y limpia, como ella.

—¿Lo llevas en la mochila?

Novela eróticaContinúa riéndose. Me besa, despacio. Mi cuerpo reacciona de manera suave. Me encanta el sexo con mujeres, es natural, como una prolongación de mí misma. Con Morna es, a veces, competitivo, pero otras sencillo, cómodo, muy bonito. Le doy la mano, miro cómplice al dueño para que nos deje un ratito más, ya es casi hora de cerrar. Afirma con una amplia sonrisa, este sitio es como nuestra segunda casa.

Cuando llegamos al sofá del reservado, nos enredamos como gatas. Morna se separa un poco, y coge la mochila. Siempre lo lleva, nuestro juguete favorito, la máquina de las vibraciones infinitas.

—Deja que te cuide primero —me sugiere, generosa, viciosa.

Pasa el vibrador por hombros, espalda, cuello y acompaña el trayecto del aparato con caricias y pequeños mordiscos que me devuelven a la escena. ¡Esta mujer nunca para de jugar, es insaciable!

Rodea mi sexo, mis pezones, aunque se acerca lo suficiente como para que ambos requieran su presencia. «Eres mala, mala» pienso sin decirlo en voz alta, ya que provocaría que lo fuera aún más. Pero me conoce, así que apaga el vibrador y me mira traviesa. Mantengo unos segundos la mirada y cierro los ojos, me dejo. Yo también la conozco, y sé que lo desea tanto como yo…Lo hace. Baja mis pantalones y sacude la cabeza. Sabe que nunca llevo ropa interior, pero siempre finge sorprenderse. Noto como se inclina hacia mi sexo. Siento su respiración muy cerca, abre los labios y deja la lengua posada sobre el clítoris, sin moverla. Sus dedos húmedos juegan en la entrada de mi coño, y otro dedo marca, de vez en cuando, la línea de mi culo. No, no se olvida de nada. Mi cuerpo empieza a fundirse en el placer, y en el suyo. Ya no soy consciente de nada, las señales del triple orgasmo aparecen. Lengua, dedo, otro dedo, otro más. Pierdo la noción de qué toca qué. Aún así, avariciosa, alargo la mano y se lo pido.

Novela eróticaEs mi orgasmo favorito. Me pasa el vibrador y lo coloco en la parte superior de mi sexo, sin contacto directo con el clítoris, demasiado sensible a esa bestia. Morna espera a que encuentre la presión y la intensidad perfectas. Siento que llega y empiezo a jadear, la oigo chistar para que disminuya el tono. No recuerdo dónde estoy.

—Por favor —suplico— ¡no pares!

No podría soportar la contención del orgasmo a la que me somete en ocasiones. Pero hoy no lo va a hacer, porque según me escucha siento la entrada de un lubricado dedo en mi culo, hasta el fondo. El extremo placer comienza su viaje, se divide, se multiplica, mi cuerpo se prepara, se tensa, se estira, las vibraciones se transmiten hasta la última terminación nerviosa de mi clítoris. Entonces ella, mi amada Morna, llena mi vagina de dedos, con sus yemas presionando mi Punto G, y exploto, me retuerzo, grito, lanzo rugidos. Ella los intenta controlar sin éxito, su mano libre tapa mi boca, pero no contiene los gemidos. Siento espasmos,  y cómo ríos de sensaciones viajan por esos tres puntos… tres acojonantes puntos, y se expanden por cada pedacito de mí. Ella mantiene los dedos dentro, presiona aún un poco, exprime el orgasmo, los orgasmos. Mi cuerpo es suyo, mi alma, mi vida. Muero. El mundo se acaba mañana…

Esa noche, en mi cama, la amo, una y otra vez. Morna, mi reflejo. Me despierto al amanecer, me gusta la compañía pero el sueño es más ligero cuando hay alguien a mi lado.

Al coger el móvil para ver la hora, hay un mensaje de un número que no tengo registrado.

«Para mí ha sido suficiente, gracias por todo. Espero que encuentres lo que buscas».

Mario. Dejo el teléfono, agradezco que haya cerrado capítulo, aunque no me esperaba que lo hiciese vía Whatsapp. Maldita aplicación.

Me acerco a Morna y la abrazo. Al sentirme, hace un ruidito conocido, y su mano busca mi sexo.

Buenos días mundo, gracias por seguir aquí.

Ya puedes leer el siguiente capítulo de esta novela erótica, aquí: MIND FUCK: La historia de sexo de Andrea (VII)

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