Relatos eróticos

Fantasías – Crónicas Moan (by Eme)

El deseo sexual normalmente se dirige hacia las personas que te rodean. La oficina es uno de los sitios donde surge con frecuencia y donde también tiende a ser reprimido… para finalmente convertirse en codicia. Y aquí es donde estallan las fantasías.

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Fantasías

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Narración: Karen Moan

¿Quién te ha dicho que lo que te pasa está mal? Nadie, pero aún hay algo ahí escondidillo que no lo tiene claro, que hace que te sientas un poquito, un poquito sucia.

No eres infiel, no lo eres. Nunca ha pasado nada ni de lejos. Solamente lo imaginas, muchas veces, quizá ese es el problema. Lo de «muchas».

Tu vida va bien. Trabajo, familia, salud, pareja, todo, todo va bien.

¿Qué hay de malo en fantasear, aunque sea una fantasía tan obsesivamente reiterativa?

¿Y que en ellas siempre se repita el protagonista? Jolín, quizá es porque tu creatividad no alcanza otras cuotas, a fin de cuentas no trabajas en el departamento de marketing.

Y eso te cuestionas a ti misma una y otra vez. Necesitas hacerte esas preguntas que nadie responde porque nunca las sueltas en voz alta, porque te da un poco de vergüenza, un poco.

Porque de qué otra manera vas a poder justificar que cada vez que te pones la mano en el coño y cierras los ojos le ves, a ese que sí trabaja en el departamento de marketing. Y su cara de resabidillo y sus manos o, mejor, sus brazos están bloqueándote inesperadamente a la salida del baño de tu planta y su cuerpo te aplasta sintiendo una durísima erección que…

¿Por qué está todo esto mal?

Lo único que debes admitir, aquí, que no te escucha nadie, es que cada vez te cuesta más trabajar pero menos ir al trabajo. Según entras, tu cuerpo, sedado de imaginación, viaja por esos pasillos acolchados a un par de centímetros y cuesta, joder que si cuesta, concentrarse. Porque tú, en tu departamento de financiero, recibes pocas visitas de los de marketing, aunque a veces…

–Hola Ana, necesitaría que me dieras presupuesto para esta campaña –Y coloca unos papeles llenos de garabatos encima de tu escritorio, seguidos de esas extremidades que cada noche te despellejan.

Así que, algún resorte mágico mueve tus dedos en el teclado garabateando cifras, mientras todo, todo lo demás sueña, despierta.

Y en ese sueño, él se inclina sobre la mesa porque ha olido tu desesperada fantasía, y cuela la mano sobre una falda que, aposta, has desplazado hasta el límite, y como desde hace meses llevas medias de liguero y mini-tangas accesibles a todo, llega a tu irreal coño con tanta facilidad que, más de uno o dos dedos, casi te mete la mano entera. Y claro, en ese momento, la oficina, el presupuesto, las preguntas… todo se responde solo. Y la respuesta a tantas dudas: se despatarra en la silla, engulle la mano y casi el brazo del de marketing. Gime, gime tan fuerte como cualquier campaña publicitaria. Se levanta como un muerto de su tumba y arranca la ropa del de enfrente. Ya no hace falta el escenario semioculto del cuarto de baño. Ahora ella le arrastra hasta la mesa de juntas, hasta la puñetera mesa de juntas y, ahí, ahí, coge esa anhelada, fantaseada, irreal polla y se la mete hasta el fondo, hasta el fondo. ¿Qué hay de malo en…?

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